Nuestro deseo es que cada uno de los mensajes, así como cada uno de los ministerios y recursos enlazados, pueda ayudar como una herramienta al crecimiento, edificación y fortaleza de cada creyente dentro de la iglesia de Jesucristo en las naciones y ser un práctico instrumento dentro de los planes y propósitos de Dios para la humanidad. Cada mensaje tiene el propósito de dejar una enseñanza basada en la doctrina bíblica, de dar una voz de aliento, de edificar las vidas; además de que pueda ser adaptado por quien desee para enseñanzas en células o grupos de enseñanza evangelísticos, escuela dominical, en evangelismo personal, en consejería o en reuniones y servicios de iglesias.

El discernimiento bíblico y su importancia°



En el siguiente texto bíblico nos enseña que es la responsabilidad de cada cristiano poder discernir. 1 Tesalonicenses 5:21-22. Biblia de las Américas (LBLA). Antes bien, examinadlo todo cuidadosamente, retened lo bueno; absteneos de toda forma de mal. 1 de Juan 4:1 dice, “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo”. De acuerdo con el Nuevo Testamento, el discernimiento no es una opción para el creyente, es un requisito.

En su definición más simple, el discernimiento es la habilidad de poder decidir entre la verdad y el error, lo bueno y lo malo. El discernimiento es el proceso de hacer distinciones cuidadosas en nuestra mente sobre la verdad. En otras palabras, la habilidad de pensar con discernimiento es sinónimo a la habilidad de pensar bíblicamente.

La falta de discernimiento hace que las personas vivan abrumadas por las deudas, los problemas, los conflictos interpersonales, y además les resulte difícil diferenciar lo bueno de lo malo. Cada vez vivimos más como en la época de los jueces de Israel, cuando “cada uno hacía lo que bien le parecía” Jueces 21:25.

Es por eso que los creyentes necesitamos discernimiento para conocer la verdad y la dirección de Dios en cada circunstancia. El discernimiento consiste en evaluar la información o las situaciones, distinguir las diferencias, pensar en las consecuencias y, por consiguiente, juzgar correctamente. Por nuestra condición humana, carecemos de esta clase de sabiduría, pero el Señor está deseoso de darnos el discernimiento que necesitamos.

El fallar a distinguir entre la verdad y el error deja al cristiano sujeto a la manera de pensar de un falso maestro. La enseñanza falsa nos lleva a un pensar anti-bíblico, que resulta en una vida sin fruto y desobediente. Desafortunadamente, la falta de discernimiento es un área en donde muchos cristianos caen. Muchos no le dan la importancia de probar lo que le están enseñando contra el infalible estándar de la Palabra de Dios. No están armados para tomar una postura bíblica contra el pensamiento y las actitudes anti-bíblicas que enfrentan durante el día.

El discernimiento cruza la vida Cristiana en cada área. La Palabra de Dios nos provee con el discernimiento necesario para toda cosa en la vida. De acuerdo con Pedro, “como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia”. 2 Pedro 1:3.

El discernimiento, que es la habilidad de pensar bíblicamente en todas las áreas en nuestra vida, es indispensable para una vida que realmente agrade a Dios. ¡Es importante que el cristiano desee el discernimiento que Dios le ha provisto por medio de Su verdad preciosa! Sin él, cristianos están en peligro de ser “llevados por doquiera de todo viento de doctrina” Efesios 4:14.

Tomado en un sentido llano, el discernimiento es la acción por la que se busca distinguir, diferenciar, entre dos cosas que por lo general se nos aparecen como buenas. En el lenguaje coloquial podemos decir que una persona “sin discernimiento” es aquella que toma las cosas a la ligera, que no es capaz de hacer un juicio cabal sobre la realidad ni de actuar consecuentemente.  La falta de discernimiento puede llevar, en este sentido, a actuar sin sopesar bien lo que se hace.

Sin embargo, aquí hablamos de un discernimiento “espiritual”. ¿Qué significa esto? Las Sagradas Escrituras nos ofrecen luces valiosísimas para comprender qué significa discernir espiritualmente. Veamos: En una ocasión se acercaron al Señor Jesús unos fariseos y saduceos y, con la intención de ponerlo a prueba, le piden que les muestre una señal del cielo.  Jesús les responde evidenciándoles su capacidad de “leer” el clima observando los signos de la naturaleza: “Ustedes saben discernir el aspecto del cielo”, les dice. Sin embargo, continúa, “no pueden discernir las señales de los tiempos”. En buena cuenta lo que Jesús les dice es: son ustedes muy hábiles para discernir el clima, para pronosticar si habrá tormenta a partir de las nubes que hay en el cielo, pero no se han dado cuenta de que están rodeados de signos espirituales (los signos de los tiempos) que hablan de la llegada del Mesías.

También Pablo en distintas ocasiones exhorta a los cristianos de diversas comunidades a vivir el discernimiento.  Por ejemplo, ante experiencias variadas que se presentaron en la comunidad de Tesalónica, les dice: “Examinen todo y quédense con lo bueno”. El término “examinar” se traduce también como “discernir” y alude a la misma acción. Otro pasaje está en la carta a los Romanos, donde Pablo dice: “No conformen su mentalidad a la de este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para poder discernir cuál es la voluntad de Dios; lo bueno, lo que le es agradable, lo perfecto”.

Para poder discernir cuál es la voluntad de Dios, cuál es su Plan de amor para nosotros; Pablo nos dice que es fundamental que nos transformemos interiormente según el “hombre nuevo” que es Cristo.  La renovación de la mente a la que alude el Apóstol Pablo no se produce tanto por la acción de una ley externa sino que comienza en el interior del hombre, por la íntima iluminación del Espíritu Santo que nos hace capaces de distinguir el bien del mal y de seguir el camino del bien.  A eso nos referimos cuando hablamos de un discernimiento espiritual.  Se trata de una acción que no sólo se realiza desde nuestro interior sino que además debe hacerse siempre en presencia y bajo la acción del Espíritu de Dios.

A la luz de lo dicho, el discernimiento espiritual podríamos definirlo como un ejercicio interior que nos lleva a examinar y distinguir qué situaciones, personas o cosas nos ayudan a seguir el Plan de Dios y cuáles por el contrario nos apartan de él.  De esta forma, abiertos a la acción del Espíritu Santo que nos ilumina y nos impulsa, podremos darle a nuestra vida una orientación que nos lleve a la felicidad verdadera.

El discernimiento espiritual nos ayudará entonces a ir ganando esa sabiduría, esa “ciencia” de la que habla Pedro. Al discernir espiritualmente buscamos iluminar una situación concreta de nuestra vida con la luz de la fe, de manera que la elección que hagamos vaya por el camino del amoroso designio de Dios que busca el mayor bien para nosotros.

¿Qué cosas nos dificultan el discernimiento espiritual? Todo aquello que nos aleje de la vida en el Espíritu se convierte en obstáculo para un buen discernimiento espiritual.  Es responsabilidad de cada quien identificar en su interior los propios obstáculos para un recto pensar y un recto obrar: Terquedad, impaciencia, soberbia, autosuficiencia, pereza mental, o cualquier otro.

Vamos a detenernos aquí en tres obstáculos que nos parecen relevantes: El subjetivismo, la soberbia y los escrúpulos.

El subjetivismo: Este vicio de aproximación a nosotros mismos y a la realidad nos dificulta examinar y discernir a la luz del Plan de Dios el mundo que nos rodea, los acontecimientos de nuestra vida y las opciones que debemos tomar.  Mientras más se acentúa mayor será la tendencia a considerar que uno es el centro de todo y a juzgar desde esa premisa.  Para evitar el subjetivismo es también particularmente importante al discernir, no dejarnos llevar por emociones o por aquello que nos genera una mayor resonancia sentimental.  Ciertamente no se trata de obviarlos, pero sí de reconocer con humildad su justo lugar y que en algunos casos pueden afectar nuestra objetividad.

La soberbia.  Cuando la soberbia se afirma en la mente y en el corazón resulta muy difícil dar cabida a las mociones e iluminaciones del Espíritu Santo que podrían estar indicándonos el camino a seguir.  Si estamos “llenos de nosotros mismos” difícilmente podremos discernir a la luz del Espíritu.  Seremos, al igual que los fariseos y saduceos del Evangelio, ciegos a los “signos” con los que Dios nos manifiesta su designio.

Los escrúpulos impiden vivir ese espíritu de libertad que el Espíritu Santo regala a los que viven bajo su impulso. De lo que se trata es, pues, de discernir a la luz del Plan de Dios las realidades de nuestra vida que lo ameriten y caminar en la dirección que él nos señala, cooperando así desde nuestra opción fundamental con la acción de Dios que nos llama, nos sostiene y nos impulsa. ¿Cómo hacerlo? Veamos algunas cosas que nos pueden ayudar a discernir mejor.

¿Qué cosas nos ayudan a vivir mejor el discernimiento? Ante todo, el empeño por ser personas espirituales, es decir, que buscan vivir en el Espíritu y según el Espíritu.  De esa sintonía espiritual brota una cierta con naturalidad que nos permite discernir el Plan de Dios en situaciones concretas desde la iluminación de la fe y seguirlo con docilidad.  Como dice Pablo, “si vivimos por el Espíritu, dejémonos conducir por el Espíritu”. En ese sentido la oración es un medio privilegiado para ser hombres y mujeres espirituales.  En la oración el Señor nos encuentra más receptivos y dispuestos a escuchar su voz y las mociones del Espíritu Santo que nos guían hacia la verdad. En la oración encontraremos el espacio propicio para un recto discernimiento.

¿Por qué necesitamos discernimiento? Para reconocer la voz de Dios. Con el fin de descubrir y cumplir el plan que Él tiene para nuestras vidas, tenemos que ser capaces de escuchar su voz. Supongamos que usted le pide que le guíe a tomar una decisión. Cuando le llega una sensación de dirección, ¿puede saber si viene de Dios o de su propia mente? Si usted busca el consejo de un hermano en la fe, ¿es capaz de determinar si el Señor le está hablando por medio de él? Sin discernimiento, usted no sabrá nada a ciencia cierta y, como resultado, podría seguir malos caminos en la vida.

Para comprender la voluntad de Dios. Aunque la Biblia habla claramente de cómo vivir, no se refiere específicamente a cada situación. Por ejemplo, usted no puede encontrar un versículo que le diga con quién casarse o si debe cambiar de empleo. Pero esto no significa que los principios bíblicos no estén relacionados con todas las decisiones que tendrá que tomar. El Espíritu Santo que habita en nuestro interior, está allí para guiarnos de modo que sepamos bien cómo poner en práctica la Palabra de Dios.

Para tomar decisiones sabias. Cada día está lleno de decisiones, algunas intrascendentes, y otras capaces de cambiar una vida. La persona necesitada de discernimiento,  a menudo hace las cosas mecánicamente, sin reconsiderar sus decisiones y pensar en el resultado futuro de sus acciones. Por ejemplo, cuando usted está comprando, ¿se detiene a considerar la carga económica de una compra impulsiva?

Para distinguir lo bueno de lo mejor. No todas las decisiones son una elección entre lo que está bien y lo que está mal. A veces, lo único que necesitamos saber es cuál es el camino a seguir. El Señor no quiere que, como cristianos, vayamos cojeando por la vida; desea que florezcamos en la plenitud de su voluntad. Cada día nos enfrentamos a decisiones que marcan nuestro rumbo de una manera u otra. La única manera de tomar decisiones alineadas con la voluntad de Dios, es buscar la mente de Cristo en cuanto a nuestros asuntos.

Para distinguir la verdad del error. Otra razón por la que necesitamos un espíritu de discernimiento es para reconocer los engaños. Mucho de lo que vemos y escuchamos se basa en una perspectiva influenciada por el mundo y por Satanás, el padre de mentira. Hasta nuestros sistemas educativos están plagados de errores. En la escuela primaria se enseña que somos producto de la evolución, y en las universidades adoctrinan con ideas ateas.

Para evitar ser engañados por el pecado. Gálatas 6.7 dice: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”. El pecado es engañoso, y al final solo produce una amarga cosecha. Los placeres de la vida nos son dados por Dios, pero somos tentados a ir más allá de los límites que Él ha fijado. Por tanto, debemos considerar las consecuencias que nos esperan, y recordar las bendiciones de la obediencia.

Para distinguir entre el legalismo y la libertad. Las convicciones personales no siempre son mandatos para todos los creyentes. La Biblia es clara en cuanto a las normas de Dios, pero el Señor también pone en el corazón de cada persona normas que la protejan de acuerdo a sus fortalezas y debilidades. Por eso, cada vez que alguien le presione para adoptar una norma, debe saber distinguir si se trata de un mandamiento bíblico, o de una preferencia personal.

Para comunicarnos con otros. Quizás el área en que más necesitamos discernimiento es en la esfera de las relaciones. Es más fácil leer entre líneas en un libro, que entender realmente a otra persona. Recordemos que discernimiento es ver la realidad que está debajo de la superficie o apariencia exterior. Esto significa que escuchamos no solamente lo que alguien dice, sino también lo que no dice. El discernimiento es vital para determinar si alguien está diciendo la verdad, pero es también importante en nuestros esfuerzos por ayudar a otros cuando están necesitados de palabras de aliento.

¿Cómo adquirir discernimiento? El discernimiento espiritual es un don de Dios. No es algo que podemos fabricar nosotros mismos, sino una cualidad que desarrollamos cuando nos mantenemos firmes en la oración y en la lectura de la Biblia. Cuando más tiempo pasemos comunicándonos con el Señor, y llenando nuestra mente con sus pensamientos, más discernimiento tendremos. El objetivo es dejar que su Espíritu nos guíe en todo momento. Para que sea así, tenemos que vigilar lo que permitimos que entre a nuestra mente. La manera de pensar del mundo doblegará al discernimiento espiritual si pasamos dos o tres horas viendo la televisión, y apenas diez minutos leyendo la Biblia.

Por la presencia continua del Espíritu Santo en nosotros, nunca tenemos que tomar una decisión solos, o confiar en nuestros limitados recursos. Él está siempre con nosotros para guiarnos a toda verdad, y para recordarnos las palabras de Cristo (Juan 14:26; Juan 16:13). Pero tenemos la responsabilidad de poner la palabra de Dios en nuestra mente, para que Él pueda hacer que la recordemos.

El momento para comenzar a desarrollar discernimiento es ahora mismo. Usted no puede permitirse esperar hasta que enfrente una decisión crítica. El buen juicio se produce en la medida que nuestros sentidos son ejercitados en el discernimiento del bien y el mal. Hebreos 5.14. La Biblia de las Américas (LBLA). Pero el alimento sólido es para los adultos, los cuales por la práctica tienen los sentidos ejercitados para discernir el bien y el mal.

Comience hoy, dedicando tiempo a la oración y llenando su mente con la Palabra de Dios. Pídale al Señor que le guíe, y hasta donde pueda, haga lo que crea que Él le está diciendo. El Espíritu nos hablara en sueños, visiones y palabras proféticas, pero mucho de lo que será revelado realmente pasara por medio de nuestra capacidad de percibir correctamente. Las escrituras nos dicen que El Señor Jesús percibía los pensamientos de los hombres “en Su Espíritu”. Lo mismo es con nosotros, si nos movemos en el discernimiento divino, nuestra percepción de la vida debe ser filtrada de todo pensamiento humano y sus respectivas reacciones. Para discernir, no podemos juzgar.

El comienzo o raíz de un verdadero discernimiento no será establecida hasta que no crucifiquemos nuestros instintos de juzgar. Esto nos toma muchos meses, usualmente años de desenraizar todo el sistema de pensamiento que no ha sido plantado en el suelo fértil y divino de la Fe y el Amor por el prójimo. Para apropiarnos del discernimiento que está en la “mente de Cristo”, 1 Corintios 2:16. “Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.”, nosotros debemos primero encontrar el corazón de Cristo. Podemos ver que el corazón y amor del Señor Jesús esta resumido en sus propias palabras en Juan 12:47. “Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo.”

El discernimiento espiritual es ver donde no se puede ver. Este es un don del Espíritu para percibir lo que está en el espíritu. Su propósito es mirar dentro de la naturaleza de lo que es velado o tiene velo. Pero tengamos en cuenta que para que podamos discernir, el primer velo que hay que remover es el de nuestros corazones. Primero, debemos mirarnos a nosotros y medir nuestras necesidades de develar o quitar el velo. La capacidad que tenemos de ver lo que es externo viene de la revelación que Cristo nos da de ver lo que está al interior. El Señor Jesús necesita que entendamos nuestras propias necesidades de su misericordia, para que de la gracia que hemos recibido, nosotros compasivamente podamos ministrar a otros. En este proceso nos daremos cuenta del egoísmo y depravación de nuestra naturaleza carnal. Además, nos daremos cuenta que el don de discernimiento no es una facultad de nuestras mentes.

Debemos andar con el poder del perdón que solo Dios nos da, si no tendremos mucha decepción y presumiremos que tenemos discernimiento, cuando en verdad estamos viendo por medio de un “espíritu de crítica”. Debemos conocer nuestras debilidades, porque si estamos ciegos a nuestros pecados, para cuando asumamos que hemos discernido algo de alguien no sea el reflejo de nosotros mismos. Además, claramente si no nos manejamos en amor seremos una amenaza para el cuerpo de Cristo, miremos lo que El Señor nos enseñó.

Mateo 7:1-5. “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.”

Hemos podido leer como El Señor Jesús paralelamente cuando hablaba con las personas sobre sus pecados les quitaba la paja de sus ojos. Los ojos son la parte más suave y sensitiva del cuerpo humano, pregunta: ¿Cómo quitaremos la paja de los ojos de alguien? Respuesta ¡CON MUCHO CUIDADO! Primero debemos ganar su confianza. Esto quiere decir demostrando una actitud que no juzga y que no condenara instintivamente. Para ayudar a las personas debemos ver claramente. Debemos ver claramente cuando la visión de una persona está siendo obstruida, para desarrollar confianza y luego sacarle la paja del ojo con cuidado, sin juzgar o condenarla.

Si estamos buscando un corazón que no condena y si verdaderamente crucificamos el instinto a juzgar, hemos puesto un verdadero cimiento para el don del discernimiento y así hemos preparado el corazón para recibir sueños, visiones y las revelaciones de Dios. Además, empezaremos a caminar sin corrupción y sin mancha de las mañas del mundo y de esa manera ser unos instrumentos más efectivos en las manos de Dios para llevar el amor y el perdón de Dios a través de la predicación del evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Bendiciones.

Sometámonos a Dios nuestro Salvador°


“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros”. Santiago 4:7-8.

La palabra sometimiento en griego, tiene dos connotaciones: una pasiva, que significa someterse a, obedecer, sujetarse a, estar bajo la autoridad de, estar sumiso; y una connotación activa, que significa someter bajo fuerza, hostigar a que se someta. Someterse significa renunciar voluntariamente al control de nuestra vida. Esta palabra se resume en Filipenses 2:6-8, donde dice: “el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Aquí se nos muestra que Cristo rindió sus derechos y prerrogativas como la segunda persona de la Trinidad a la voluntad y propósito del Padre. De esta sumisión nace el deseo de sacrificarse por el plan de Dios sin importar lo que esto significaba.

Someterse al plan de Dios requiere visión clara de los planes o metas que hemos hecho para nosotros mismos, tales como: paz, felicidad, prosperidad, seguridad, amistades, familia, buena salud, experiencias agradables y lograr el máximo de nuestro potencial. Esta lista haría que nuestra necesidad de sometimiento sea opcional, pues estos planes a menudo están en conflicto con el plan de Dios para nosotros. Cuando nuestra sumisión al plan de Dios es total, afirmamos que no vivimos por estas cosas ni éstas nos dirigen, sino que simplemente son beneficios adicionales que vienen a través de la voluntad soberana de Dios.

Sometimiento es una de las cosas que más nos cuesta cumplir ya que, por naturaleza, los seres humanos no nos gusta someternos a nadie. Pero en la vida cristiana y en el ámbito espiritual, es la llave que abre la puerta a las bendiciones de Dios.

¿Cómo podemos resistir al diablo? Nuestro Señor tuvo que resistir al diablo repetidamente. ¿Recuerda usted? Él dijo en más de una ocasión: “¡Apártate de mí, Satanás!”. Sus seguidores aprendieron eso de Él. Pablo trató de enseñar a sus compañeros a estar firmes en contra de las artimañas del diablo. Pedro los exhorta: “resistidlo firmes en la fe”. Y Santiago, el hermano del Señor, dio a la iglesia este mandamiento con una promesa: “Resistid al diablo, y huirá de vosotros”.

La revelación de Dios en Cristo, abrió un mundo nuevo de conciencia en todos los que la recibieron. Cuando los cristianos creyeron la Palabra acerca del majestuoso gobierno de Dios por medio de Jesucristo, ellos descubrieron también que otro reino se le oponía. El reino de las tinieblas fue tan real para ellos, como el reino de la luz. La Palabra de Dios les abrió los ojos a una guerra que para las mentes incrédulas era invisible. Es posible que el escepticismo de hoy no provenga de nuevos aprendizajes, sino de la pérdida de vitalidad espiritual.

Tratemos de mirar la realidad del mal a través de las Palabras de Jesús y sus apóstoles. Satanás, el tentador, el diablo está en contra Dios. Aunque es una criatura, él ha desafiado la autoridad de Dios y ha establecido un reino sin ley. Su único propósito es impedir los propósitos de Dios, abolir Su autoridad y si fuera posible, tomar su lugar. Se opone a los seres humanos y busca destruirlos porque ellos fueron hechos a la imagen de Dios. Su maldad es dirigida especialmente contra los cristianos porque ellos pertenecen a Dios y sirven a sus propósitos. Ellos amenazan su reino. Su intento es apartarlos de Dios, ya sea por medio de asustarlos o de atraerlos a unírsele en rebelión. Y cuanto más un hombre o una mujer, un grupo o un ministerio, se identifique con Jesucristo y se comprometa con sus propósitos, más se les opondrá el diablo y sus emisarios.

Resistir al diablo significa resistir sus ataques; es rehusar sus propuestas. ¿Cómo pueden los creyentes hacer eso? Primero y fundamentalmente, escribe Santiago, Ellos tienen que acercarse a Dios. ¿No es una frase preciosa? Los hijos de Dios deben acercarse a Él, moverse hacia Él y vivir en comunión con El. Cuando Santiago habla de resistir al diablo y acercarse a Dios, él se refiere al orgullo y a la humildad. “Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”. Santiago 4:6-7.

El negarse orgullosamente a rendirse a Dios, hace al diablo lo que es. Orgullo significa pretender vivir independientemente y no querer nada en absoluto con el que nos hizo. Esto significa pensar y querer actuar como si Dios no existiera, como si nosotros fuéramos Señores de nuestros propios derechos.

Humildad es exactamente lo opuesto. Es un sentido de gratitud por depender de Dios, un gozo por pertenecerle y la confianza de entregarse a su voluntad. Cada insinuación de humildad es un paso en dirección a Dios. Esto significa acercarnos a Él y abrirle nuestras vidas.

En nuestra relación con Dios a través de Cristo, confiando en El, entregándonos a Él, aceptando Su gracia, encontramos la fortaleza que necesitamos en contra de los poderes del mal. Por esa razón el apóstol Pablo exhorta a sus compañeros a “fortalecerse en el Señor y en el poder de Su fuerza” y a “revestirse con toda la armadura de Dios para la batalla cristiana”. Entonces, aquí está la respuesta: cada vez que sea tentado a apartarse de Dios y vanidosamente seguir su propio camino; diríjase hacia El, llámelo en su ayuda y asegúrese con Su fortaleza. Esa es su primera línea de defensa. ¡Hágase fuerte en el Señor!

Uno de los principales objetivos de Satanás es intimidar a los hijos de Dios y asustarlos para que no sean sus discípulos ni testifiquen. Algunas veces lo hace promoviendo la persecución. Así lo hizo con Jesús, con los cristianos del primer siglo y con los mártires de cada generación. El diablo nos amenaza con horrendas consecuencias si seguimos a Cristo. Pedro lo describe como “un león rugiente buscando a quien devorar”. Él sabe a qué le tenemos más miedo y sabe cómo manejar nuestros temores. Pedro escribe: “resistidlo firmes en la fe”. Y Pablo nos exhorta a tomar el escudo de la fe para apagar los dardos de fuego del maligno. La fe es el antídoto para el temor.

El diablo es un alardeador y un engañador. El trata de hacernos creer que es más peligroso de lo que realmente es. Es como uno de esos peces de las profundidades marinas que se inflan para atemorizar al enemigo engañándoles con su apariencia. Ellos lucen como destructores, pero en realidad son globos de aire. Satanás puede ser un león rugiente; pero por causa de Cristo, es un encadenado. Nosotros somos más que vencedores por medio de Aquél que nos amó.

Cuando los israelitas vagaron por el desierto, enviaron doce espías para examinar la tierra prometida. Diez de ellos volvieron totalmente espantados. Ellos habían visto montañas de dificultades, ciudades amuralladas y gigantes en la tierra, delante de los cuales ellos parecían langostas. Josué y Caleb, los otros dos, por el contrario, volvieron contando cuan buena y fructífera era la tierra y cómo los habitantes podían ser fácilmente vencidos. “Ellos serán como pan para nosotros”, fue su reporte. Josué y Caleb vieron las mismas ciudades y los mismos gigantes; pero ellos lo vieron todo a través del Señor.

Cuando mantenemos los ojos en El, cuando lo tenemos en nuestros pensamientos, es cuando no nos acobardamos ante los rugidos del diablo. No nos desviamos para correr y decimos: “Si Dios es por nosotros. ¿Quién contra nosotros? . . . Más poderoso es El, que está con nosotros, que el que está en el mundo”.

Si la fe es nuestra fuerte defensa, el arma con la que peleamos la batalla es la Palabra de Dios. Como siempre, Jesucristo mismo es nuestro Señor y Líder. Él sabía cómo resistir al diablo. Él lo hizo citando las Escrituras. El venció al maligno con la Palabra de su testimonio. Cuando fue tentado a transformar las piedras en pan después de su largo ayuno, rehusó diciendo: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, mas de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Cuando fue tentado a lanzarse desde el pináculo del templo para que Dios cumpliera su promesa de enviar ángeles para que no se dañara, Él contestó con otro texto: “Escrito está, no tentarás al Señor tu Dios”. Y cuando Satanás le ofreció todos los reinos de la tierra y la gloria de ellos a cambio de que Él le adorara, Él contestó otra vez con las Escrituras: “Escrito está, al Señor sólo adorarás y a Él sólo servirás”.

La trampa era ésta: las metas debían de ser alcanzadas sin tener en cuenta la voluntad de Dios. Realmente no importaba el camino a tomar con tal de que no fuera el camino de Dios. ¿Cómo Jesús se dio cuenta de qué era lo que se tramaba en esas tentaciones? ¿Cómo pudo detectar y resistir las lisonjas del diablo? Porque El conocía cuál era la voluntad de Dios. Él sabía qué era lo que agradaba al Señor del universo y lo que no le agradaba. Su mente y su conciencia estaban de acuerdo con la Palabra de Dios. Algunas veces fallamos u olvidamos cómo esto puede ser. ¿Cómo Cristo aprendió las Escrituras? ¿Las conoció automáticamente desde la infancia porque Él era el Dios Encarnado? Él se transformó en un recién nacido y aprendió las enseñanzas de las Escrituras en las Sinagogas y en el Templo. El leyó la Palabra por sí mismo, la consideró y la memorizó. Esa fue su arma contra el tentador. Pablo la llama “la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios”.

La Palabra de Dios primero necesita ser escuchada, creída y guardada si es que queremos que sea un arma en nuestras manos. Pero Dios sólo sabe de qué males somos guardados y cuántas victorias ganamos porque apreciamos su Palabra y la guardamos en nuestro corazón.

Cuando Satanás lo tiente a través de los atractivos del mundo para hacerle creer que la felicidad se encuentra en lo que puede comprar, contéstele con las palabras de Jesús: “La vida del hombre no consiste en la abundancia de las cosas que posee”. Cuando lo tiente a sentir que los votos del matrimonio son insignificantes y que importa poco si usted juega con ellos, láncele de vuelta este mandamiento del Señor: “No permitas que la fidelidad y la lealtad te abandonen. Átalas a tu cuello. Escríbelas en la tabla de tu corazón”. Y cuando el tentador quiera hacerle creer que Dios le ha abandonado, vuélvase a él con esta gran promesa: “Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo”.

Así es como se resiste al diablo. Acérquese a Dios con humildad. Mantenga sus ojos en El con fe; llene su mente y su corazón diariamente con su verdad, ¿podrá esa resistencia ser efectiva? Escuche a Santiago: “resistid al diablo y de vosotros huirá”. El gobernador del reino de las tinieblas, el dios de este mundo, el dragón, el león rugiente, el gran destructor huirá de delante de usted. ¿Por qué? ¿Porque usted es formidable? No, porque usted se sostiene en Cristo, porque invoca Su Poderoso Nombre, porque es más que vencedor por medio de Aquél que nos amó.

Efesios 4:1-3. Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.

Efesios 4:17-32. Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza. Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos,  y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo.  El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.

Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

En realidad no tiene que ver con el diablo tener lugar "en o dentro" de nuestro cuerpo sino "con o por medio" de nuestra vida. El contexto nos declara que es principalmente por medio de las palabras corrompidas, la falta de unidad entre los hermanos en la congregación, conducta inapropiada e inconsecuente con el cristiano, la ira, la mentira, las falsas doctrinas, robos, etc.  Los cristianos están llamados a vivir vidas santas y piadosas llenas del fruto del espíritu. El no hacerlo "dará lugar al diablo" para levantar acusación en contra de la iglesia, la doctrina y nuestras vidas. 

Pedro nos dice que el diablo anda como león rugiente buscando a quién devorar, pero devorará solamente aquellos que le dan lugar, que abren puertas en su vida y que no están preparados para la batalla. Por eso es que el apóstol nos insta a revestirnos del nuevo hombre y despojarnos del viejo hombre que está viciado conforme a deseos engañosos y a ser renovados en el espíritu de nuestra mente. (Efesios 4:22-23) Estos pasajes hablan de nuestra responsabilidad y deber Cristiano y hacemos bien en tomarlos en serio.

Nuestra lucha es contra el enemigo de la cruz de Cristo.  En Efesios se nos dice que "no le demos lugar" La BLA dice que no le demos "oportunidad".  Santiago insiste en que "resistamos al diablo".  Pablo repite la idea de no dejar que el Satanás tome ventaja: 2 Corintios 2:10-11. Y al que vosotros perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo, para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones. El dar lugar al diablo ocurre cuando no damos el lugar a Dios. Cuando nos dejamos llevar por la conducta carnal y pecaminosa y nos hacemos disponibles para hacer la obra del diablo y en torno dañamos la doctrina de Cristo y la iglesia.

Vea la lista que nos trae la Escritura acerca de las maneras en que se le puede dar lugar al diablo: codicia, envidia, pleitos, mundanalidad (amistad con el mundo), soberbia, ira pecaminosa y extendida, orgullo, autosuficiencia, falta de humildad, falta de perdón, murmuración, juicio indebido a otros, jactancia, falta de hacer lo bueno (robar, mentir, etc.)Cualquier otra cosa que pretenda apartarnos de Cristo se considera enemigo del cristiano.

¿CUÁLES “ARMAS” TIENE EL CRISTIANO? En primer lugar, contamos con la protección de aquel que nos puede dar la victoria a diario en nuestra vida: “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”. 1 Corintios 15:57. El Señor Jesús es nuestro mejor y principal aliado, ya que a través de él, es como nos mantenemos de pie cada día bajo el ataque del diablo. Aparte de tener a Cristo en nuestra vida, contamos con su Palabra, la Biblia: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Lucas 21:33.  “Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y mas cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. Hebreos 4:12. La obediencia a Dios es algo ampliamente necesario en la vida del creyente, ya que es la manera de alejar al diablo de nosotros: “Someteos pues a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”.Santiago 4:7.

La oración, es un arma muy poderosa para mantenernos de victoria en victoria, ya que a través de ella, recibimos dirección, revelación y poder de Dios: “Velad y orad para que no entréis en tentación…” Mateo 26:41. Finalmente, tenemos la descripción de las armas que describe el apóstol Pablo en Efesios 6:10. “Por lo demás hermanos míos, fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza”.

Todo lo anterior nos ayuda a mantenernos firmes cuando los enemigos del cristiano atacan, y nos ayuda a vencerlos en todo tiempo.

¿QUÉ SON LAS PRUEBAS Y LAS LUCHAS? El Señor Jesús nos advierte en Juan 16:33 sobre la aflicción que tendríamos en el mundo, pero también nos dice que confiemos en él, ya que Jesús venció al mundo. Las pruebas que a veces padecemos, son enviadas por Dios a manera de “examen”, y esto con el fin de hacernos ver dónde nos falta reforzar la comunión con Dios para no apartarnos de él. Aun cuando padecemos mucho en algunas ocasiones debido al periodo de prueba, esta nos ayuda a acercarnos más a Dios cada día: “para que sometida a prueba vuestra fe, mucho mas preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra, cuando sea manifestado Jesucristo…” 1 Pedro 1:7.

Las luchas, por otro lado, vienen de parte del diablo con el único fin de destruir la obra de Dios: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes”. Efesios 6:12-13.

La única forma de hacer huir al diablo es a través de una vida de santidad y fidelidad a Dios, no hay cosa más terrible para el enemigo que un cristiana verdadero, el jamás podrá hacer nada en contra de aquel que busca y anhela y cumple la voluntad de Dios. ¿Será que nos estamos sometiendo a Dios?, ¿Será que el enemigo huye de nuestra presencia? ¿Será que cada día tenemos que batallar con el mismo pecado por causa de no someternos a Dios llevando una vida “media” cristiana?


Es importante someternos a Dios, es cierto que nuestra personalidad carnal jamás querrá hacer tal cosa, pero ahora ya no vivimos nosotros, mas Cristo vive en usted y en mí, es por esa razón que tenemos que renunciar a todo acomodo carnal que este evitando que podamos someternos completamente a Dios, es momento de examinar que cosas están evitando mi sometimiento y de actuar de una vez por todas. Bendiciones.