Pero
Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun
estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por
gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo
sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos
venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros
en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de
vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque
somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios
preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. Efesios 2:4-10.
Veamos
un ejemplo sobre al águila y la tormenta. ¿Sabías que un águila sabe cuando una
tormenta se acerca mucho antes de que empiece? El águila volará a un sitio alto
para esperar los vientos que vendrán. Cuando pega la tormenta, coloca sus
alas para que el viento las agarre y le lleve por encima de la tormenta.
Mientras que la tormenta este destrozando abajo, el águila vuela por encima de
ella. El águila no se escapa de la tormenta. Simplemente usa la tormenta para
levantarse más alto. Se levanta por los vientos que trae la tormenta.
Cuando las tormentas de vida nos vienen – Y todos nosotros vamos a pasar por
ello - Podemos levantarnos por encima poniendo nuestras mentes y nuestra fe
hacia Dios. Las tormentas no tienen que pasar sobre nosotros.
Podemos
dejar que el poder de Dios nos levante por encima de ellas. Dios nos permite
ir con el viento de la tormenta que trae enfermedad, tragedia, y demás cosas en
nuestras vidas. Podemos volar sobre la tormenta. Recuerda, no son los
pesos de la vida que nos lleva hacia abajo, sino el cómo los manejamos. La
Biblia dice, "Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas;
levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no
se fatigarán." Isaías 40:31.
Jesús
le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino
por mí. Juan 14:6.
Porque
el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Lucas 19:10.
Respondió
Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame
de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. Juan 4:10.
Yo
sé que usted aspira al bien, que tiene sed de paz y que es sincero o sincera en
su deseo de ayudar a los demás, usted sufre ante la injusticia, aunque también
es tentado a obrar mal. Tiene una vida llena de altibajos, de esperanzas y
decepciones; a veces el pasado lo agobia y el porvenir lo asusta… No tiene
ninguna seguridad y tampoco sabe si la verdad existe. Opina que cada uno es
libre de creer lo que quiera. Pero esto no le hace feliz… Es cierto que yo no
soy mejor. Usted es mi prójimo, el que está cerca de mí. Por eso quisiera
compartir con usted una noticia maravillosa que puede transformar su vida, como
transformó la mía.
Hace
casi dos mil años, alguien dio su vida para salvarme. Jesucristo, el Hijo de
Dios, murió y resucitó por mí. Un día lo veré y viviré eternamente con él en
una perfecta felicidad. Hoy tengo la certeza de que Dios me ama y me ha
perdonado. Me dirijo a él como a un Padre. Sé que él también quiere salvarle a
usted, porque le ama. Quiere su felicidad presente y eterna.
Si
aún no conoce al Dios de amor, debe saber que él quiere hablarle mediante la
Biblia. No le propone una nueva religión, sino una nueva vida.
En
aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de
la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y
las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. Todas las cosas me
fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni
al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y
ligera mi carga. Mateo 11:25-30.
“Hermano”
si recién llegas a los pies del Señor o si lo conoces pero te sientes demasiado
impío para estar en la presencia de Dios, déjame decirte que no importa lo malo
que hayas hecho en tu vida, no importa que tan malas cosas hayas hecho porque
el amor de Dios es maravilloso y santo; y conocer un amor verdadero como el de
Dios puede cambiar tu vida. No importan tus hábitos, ni tus costumbres no
importa lo que hayas hecho; porque Dios aun viendo a un homicida en ti, a un
secuestrador, un violador, a un golpeador a un drogadicto, a un fornicario
adultero, un mentiroso, un resentido, envidioso y egoísta. Él te sigue
buscando… porque “te ama” y quiere salvar tu vida solo quiere que lo aceptes y
que te arrepientas de tu vieja vida y te vuelvas a Él. Él sigue buscando ese
corazón lleno de oscuridad para darle luz, ese corazón lleno de violencia
nervios y persecución para darle paz.
Nuestro
padre no hace acepción de personas por que con todos tiene un propósito y a
todos nos busca. Solo hay que oírle. Veamos un personaje de la Biblia muy
conocida y tomémosla como ejemplo. En Hechos
9:1-22 habla
de la conversión de Saulo ¿Quién es Saulo? El famoso Pablo del que todos hemos
escuchado alguna vez por sus buenas obras y por ser un gran discípulo del Señor
¿pero quién fue en su vieja vida? En Hechos
8:1-3 dice: “Y
Saulo consentía en su muerte (la de los discípulos y todo cristiano). En aquel
día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y
todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los
apóstoles. Y hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran
llanto sobre él. Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa,
arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel.”
Saulo
era un joven fariseo “el principal autor de la persecución contra la iglesia, y
hacía cuanto podía para acabar con ella, buscando exterminar el evangelio de
Cristo” era un fanático por exterminar cristianos. Entraba casa por casa y
metía en la cárcel hombres mujeres sin considerar el sexo, edad, enfermedad
alguna, Con el fin de condenarlos a pena de muerte. Pablo tenía hasta autoridad
de los principales sacerdotes para encarcelar y mandar a matar a todos los que
invocaran el nombre de Jesús. Realmente era el más temido por los cristianos.
Actualmente
hablando diría que era un nazi psicótico. Piensen por un instante: ¡está
atentando contra los hijos de Dios! ¡Contra su pueblo! ¡Y contra Cristo!, como
lo señala en Hechos 9:5 ¡Pueden
observar el gran amor y la gran misericordia que tiene el Señor para con
nosotros! Realmente me emociona y se llena de gozo mi corazón, al saber que no
se fija en que tan malos hayamos sido en nuestras vidas. Dios sigue buscándonos
por amor.
Solo
porque nos ama; nos busca incansablemente por que busca aquello que se había
perdido: el no hace acepción de persona, no mira nuestra condición, el solo te
quiere sacar de donde estas, no quiere más oscuridad para tu vida, Él no quiere
que estés perdido porque Él es nuestro fiel pastor.
Jesucristo
se regocija cuando volvemos a su redil y hace lo mismo que el padre del el hijo
pródigo que después de haber malgastado toda la herencia viviendo perdidamente,
arrepentido volvió a su padre, y al ver su padre esto corrió y se echó sobre su
cuello y le beso, le puso el mejor vestido un gran anillo un hermoso calzado,
mandó a matar el ternero más gordo para comerlo y hacer fiesta. Así se siente
Dios cuando nos volvemos a sus caminos y tal misericordia es la que tiene por
cada uno de nosotros.
Por
eso hermano si sientes que no hay más oportunidad para ti. Si sientes que le
has fallado al Señor, no te auto condenes, no te auto castigues porque nuestro
Dios es bueno, nuestro Dios es fiel y no es mentiroso “en su palabra dice; “todo aquel que venga a mi yo no le echó fuera” y
yo creo en su promesa yo creo en su amor yo creo en su misericordia yo creo en
que el Señor te puede cambiar yo creo en que tu esposo/a se va a volver al
Señor; yo creo en que toda tu casa va a ser salva a través de ti por que el
Señor te está buscando a ti en este momento, yo creo en que todos vamos a ver
la gloria de Dios en nuestras vidas!
Me
aferro a una gran promesa que nos hizo Dios en Romanos 8:18 que
dice: Pues tengo por cierto Que las
aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que
en nosotros ha de manifestarse.
En Romanos 8:38-39 nos da una palabra de fe “…Por lo cual estoy seguro/a de que ni la muerte,
ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo
por venir, 39ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá
separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”
Si
hemos aceptado la gracia divina de la salvación y el amor de Dios, entonces nos
queda un único camino, que es andar en amor, andar en Jesucristo, quien es el
camino al Padre como nos ha enseñado.
DIOS
ES AMOR. Amados, amémonos unos a otros; porque
el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El
que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En
esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo
unigénito al mundo, para que vivamos por él. En
esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él
nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados,
si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. Nadie
ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros,
y su amor se ha perfeccionado en nosotros. 1 Juan 4:7-12.
El
apóstol Juan tiene mucho que decir acerca del amor en esta carta. En 1 Juan 2:9-11, Juan dijo que el amor es una evidencia de nuestro
compañerismo con Dios. En 1 Juan 3:11-18, el amor es una evidencia de que los creyentes son
hijos de Dios. En 1
Juan 3:17-18 descubrimos que la naturaleza del
amor es más de lo que decimos. El amor verdadero se expresa en acción como dice
la Biblia. “Pero el que tiene bienes de este
mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿Cómo
mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua,
sino de hecho y en verdad”. En este pasaje, hay tres razones por la cual los
creyentes deben amarse el uno al otro.
El
amor no define a Dios pero Dios define el amor. Este pasaje no dice que el amor
es Dios, sino que Dios es amor. Las personas nacidos de Dios por medio de
Jesucristo tienen la naturaleza de Dios. Dios es amor y por eso los cristianos
deben estar como Dios.
Dios
es amor. Al mismo tiempo, Dios nos ama a todos nosotros. Dios me ama a mí.
¿Cómo puede una persona conocer que Dios realmente le ama? Mira a la cruz. La
cruz es la manifestación más grande del amor de Dios. Juan escribió, En esto se
mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito
al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros
hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en
propiciación por nuestros pecados En la cruz, Jesucristo pagó el precio de
nuestra salvación por medio de su sangre preciosa. Esto es amor.
Amados,
si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. Nadie
ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros,
y su amor se ha perfeccionado en nosotros. Jesucristo ya no está presente físicamente en el
mundo para manifestar el amor de Dios. La única manifestación del amor de Dios
ahora se encuentra en la iglesia. El verdadero amor se originó en Dios y fue
manifestado en su Hijo. Este amor debe ser exhibido por su pueblo. Si nos
amamos unos a otros, Dios mora en nosotros y su amor se está perfeccionado en
nosotros.
El
amor comienza y termina con Dios. Él es su Autor; lo creó como expresión de su
misma naturaleza y desea que compartamos y experimentemos ese don maravilloso
con toda la humanidad. Al pensar en esto descubrimos que como humanos tenemos
poco en común con Dios. No somos omniscientes ni omnipotentes ni omnipresentes;
pero Dios es amor y El desea que participemos de ese atributo con El y con los
demás. ¡Qué privilegio tan grande! Cuando amamos a otros es cuando más nos
parecemos a Dios.
Es
interesante comparar el versículo más conocido de la Biblia con otro versículo
que escribió el mismo Juan. Casi todos saben de memoria Juan 3:16, pero
conviene que veamos también 1
Juan 3:16, que dice: En esto hemos conocido el amor, en que Él puso su vida
por nosotros; también
nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Estos dos versículos
tienen un mensaje que se complementa: el amor es sacrificado. El mundo sabe muy
poco acerca de esta dimensión.
Hemos
sido llamados a amar a Dios. Los varones judíos recitaban todas las mañanas y
todas las noches el siguiente versículo: “Amarás
a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus
fuerzas” Deuteronomio 6:5. Hemos de amarlo de todo corazón, la sede de
nuestras emociones; de toda nuestra alma, el centro de nuestra personalidad;
con todas nuestras fuerzas, con lo que bulle dentro de nosotros, consumiéndonos
en amor por El.
Y,
¿cómo logramos esto en la vida cotidiana? Por la obediencia. En Juan 14 el Señor nos recuerda en tres ocasiones que el amor
significa obediencia. En esencia dice: "No me digan que me aman si deciden
tolerar el pecado". Nuestro amor debe ser evidente por medio de una
confesión instantánea cuando alguien nos señale nuestro pecado o nosotros lo
descubramos. Es entonces cuando El se convierte en el centro de mi atención y
cuando toda mi energía emocional se dirige hacia El.
Pero
hay más. No sólo debo amar a Dios, sino que debo amarme a mí mismo: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo (Marcos
12:31). Algunos dicen: "Eso refleja un
espíritu altivo y egoísta", pero el mundo ha corrompido el concepto del
amor propio y lo ha convertido en un lema: "Si yo no me preocupo por mí
mismo, ¿quién lo hará?" La Biblia no enseña eso, sino un amor sano y
limpio debido a que somos la obra maestra del Creador y dignos de ser amados.
¿Sabe
usted cómo puede decir alguien si en verdad se ama como Dios lo prescribe? Por
la forma en que se trata a sí mismo. Si abusa de su cuerpo con el alcohol, el
tabaco u otras drogas, o comiendo demasiado, no se ama tanto como para cuidar
de su cuerpo. Satanás le dice: "No vale la pena que nadie te ame".
Pero Dios ha dicho: "Tú eres mi obra maestra. Te he hecho merecedor de que
mi Hijo muriera por ti; eres increíblemente valioso".
Necesitamos
vernos tal y como Dios nos ve. Nuestro concepto de cuánto valemos no debe
proceder de lo que otros piensen de nosotros sino de lo que Dios dice. Y según
El somos la niña de sus ojos. No sólo hemos sido llamados a amar a Dios y
amarnos a nosotros mismos, sino también a nuestro prójimo conforme a la Palabra
de Dios. Bendiciones.
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