Nuestro deseo es que cada uno de los mensajes, así como cada uno de los ministerios y recursos enlazados, pueda ayudar como una herramienta al crecimiento, edificación y fortaleza de cada creyente dentro de la iglesia de Jesucristo en las naciones y ser un práctico instrumento dentro de los planes y propósitos de Dios para la humanidad. Cada mensaje tiene el propósito de dejar una enseñanza basada en la doctrina bíblica, de dar una voz de aliento, de edificar las vidas; además de que pueda ser adaptado por quien desee para enseñanzas en células o grupos de enseñanza evangelísticos, escuela dominical, en evangelismo personal, en consejería o en reuniones y servicios de iglesias.

El tribunal de Cristo°



Hoy vamos a estudiar acerca del Tribunal de Cristo: el juicio por mayordomía para cada persona que ha entregado su corazón y su vida al Señor y será en base al servicio de lo que hizo para Dios a partir de ese momento ya que está escrito que los dones y el llamamiento son irrevocables. Es un juicio a creyentes lavados y justificados por la sangre de Jesús. La misma naturaleza nos enseña que lo bueno debe ser premiado y que lo malo debe ser castigado. Así también lo es en el plano espiritual. La desobediencia, la mala voluntad, la negligencia, el egoísmo, el desamor, la carnalidad, el medrar la Palabra, las malas obras, son dignas de castigo; en cambio, la obediencia, la buena voluntad, la diligencia, el servicio de amor, la obra de fe, el amor al Señor, la espiritualidad, el guardar la Palabra, la lealtad, las buenas obras, necesariamente deben ser premiadas. Es justo que así sea. No puede ser que lo malo tenga el mismo fin que lo bueno.

2 Corintios 5:10. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo. Romanos 14:7. Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven. Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí.

Cuando una persona ha decidido aceptar al Señor Jesucristo como Rey, Señor y Salvador, debe tener en cuenta que ha sido justificado para el día del juicio final, siempre y cuando coloque su fe y su mirada en Dios permaneciendo en la obediencia y la dependencia en amor a la Palabra de Dios con la ayuda del Espíritu Santo.

Juan 3:16-21. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.

2 Corintios 5:21. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. 1 Pedro 2:24. Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.

Consideremos lo que Dios nos ha dicho acerca del tribunal de Cristo tal como nos es expuesto en Su Palabra con respecto a los creyentes. Sabemos que los que no conocen al Señor Jesús como su Salvador y que mueren en sus pecados también tendrán que comparecer ante Él, pero en una ocasión diferente y de una manera totalmente distinta. Comparecerán ante Él como el Juez, ante el «Gran Trono Blanco» para ser juzgados por sus pecados, y por cuanto sus nombres no están escritos en el libro de la vida, serán arrojados al lago de fuego (Apocalipsis 20:11-15).

Para el creyente, el tribunal de Cristo tiene un carácter totalmente distinto. Es para manifestación y recompensa. Es la manifestación de «lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo», para que podamos conocer la valoración de nuestras vidas por parte del Señor, bien para pérdida, bien para recompensa. Compareceremos ante Aquel que llevó el juicio de nuestros pecados en la cruz del Calvario, sabiendo que Él mismo es nuestra justicia (2 Corintios 5:21).

Nuestros pecados no nos serán recordados como contra nosotros, pero nunca hasta entonces sabremos cuán grande era la deuda de nuestro pecado. A menudo tenemos un concepto muy pequeño de la grande carga de pecados que Él llevó por nosotros en aquellas oscuras horas del Calvario. Pero todo tiene que ser traído a la luz, como dijo el Señor Jesús (Lucas 8:17) La Biblia dice: «lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo». Todo se manifestará entonces.

Ahora bien, no había nada bueno en nuestras vidas antes de ser salvos, porque la Biblia dice: «Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios». Romanos 8:8. Pero cuando Dios nos salvó nos dio una vida nueva, la misma vida de Cristo. Como alguien ha dicho: Él entonces comenzó la parte del haber de nuestras vidas, y ahora toma nota de las cosas hechas por Él. Hasta un vaso de agua fría dado en Su Nombre, o un pensamiento acerca de Su Nombre, o incluso nuestra confianza en Él, serán manifestado y recibirá recompensa en aquel día. Las mismas cosas diarias de la vida, si han sido hechas como para el Señor, serán recompensadas. Colosenses 3:23-24. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.

Sin embargo, ha habido fracaso y pecado en nuestras vidas desde que fuimos salvos, e incluso aunque todo ello fue llevado por el Señor Jesús en el Calvario, tiene sin embargo que ser manifestado. No se trata de que vayamos a ser acusados por todo ello, porque la ofrenda una vez por todas del Señor Jesús ha hecho perfecto al creyente para siempre en cuanto a su posición delante de Dios (Hebreos 10:14); así leemos en 1 Juan 4:17: «Para que tengamos confianza delante de él en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo».

¿Por qué, pues, se mencionan las cosas «malas» en 2 Corintios 5:10? Como ya se ha mencionado, no sólo se revelarán ante este tribunal las riquezas de Su gracia para salvarnos, sino que pensamos en Su longanimidad para con nosotros incluso como creyentes.

¡Cuán a menudo le hemos seguido de lejos como Pedro, y él nos ha devuelto a Sí! Él «confortará mi alma» (Salmo 23:3). Puede que hayamos desperdiciado nuestras vidas, o parte de ellas, viviendo para complacernos a nosotros mismos, siendo que deberíamos haber vivido no para nosotros mismos, sino para Aquel que murió por nosotros y resucitó (2 Corintios 5:14-15). Todo esto se manifestará, porque sólo recibirá recompensa lo que haya sido hecho por Él en obediencia a Su Palabra. El resto será todo pérdida, como aprendemos de 1 Corintios 3:8-15.

En 1 Corintios 3:15 aprendemos que uno cuyas malas obras son quemadas es sin embargo personalmente salvo, porque es la obra de Cristo lo único que quita nuestros pecados y que nos hace aptos para el cielo, y no nuestras propias obras. Sin embargo, es posible tener un alma salvada pero una vida perdida.

Ahora bien, estos versículos que acabamos de considerar hablan de «las cosas hechas mientras estábamos en el cuerpo», lo que nos da el pensamiento general de toda nuestra vida. Pasemos ahora a 1 Corintios 3:8-15, y veremos que este pasaje trata en particular acerca de nuestro servicio para el Señor. Pensemos en las maravillosas palabras en el versículo 9, «Porque nosotros somos colaboradores de Dios», y más maravilloso todavía, que el Señor Jesús, habiendo lavado todos nuestros pecados en Su preciosa sangre, dice que habrá recompensa para nuestra labor por Él, si es según Su voluntad (versículo 8).

El Apóstol prosigue diciendo que se está construyendo un edificio espiritual en el que tenemos el privilegio de colaborar. Pablo, inspirado por el Espíritu de Dios, fue usado para echar el fundamento, porque estas epístolas inspiradas constituyen el fundamento del cristianismo.

Tomando la Palabra de Dios como el fundamento de nuestro servicio para el Señor, tenemos el privilegio de trabajar para Él. Pero seamos cuidadosos en seguir el plan de Dios en nuestro servicio, porque si no es así, puede que estemos edificando «madera, heno, hojarasca». Puede que nos sintamos tan deseosos de ver resultados que nos apartemos de la verdad de Dios en nuestro servicio, o que mezclemos la verdad y el error. Así como en un edificio terrenal el inspector examina si una obra es conforme a los planos, así habrá una manifestación de nuestro servicio y labor ante el Tribunal de Cristo. ¿Estamos construyendo con «oro, plata y piedras preciosas», o con «madera, heno y hojarasca»? «El día la declarará» (vv. 12-13).

El fuego, el juicio de Aquel cuyos ojos son como llama de fuego que todo lo ve. (Apocalipsis 1:14) pondrá nuestra obra de manifiesto. «Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego» (1 Corintios 3:14-15). «Y también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente» (2 Timoteo 2:5).

Si lo que Él nos ha dado lo empleamos en obediencia para Él, habrá recompensa, como nos lo dice nuestro versículo. Naturalmente, nuestro motivo no debe ser la recompensa, porque es Su amor lo que nos constriñe para vivir para Él, pero será Su deleite dar recompensas. Tendremos el privilegio de ponerlas a Sus pies y de darle a Él toda la gloria (Apocalipsis 4:10). La Escritura habla de que el fiel pastor recibirá una «corona incorruptible de gloria» (1 Pedro 5:4). Pablo dijo: «Esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria» (2 Corintios 4:17). Todo saldrá ante el Tribunal de Cristo.

En 1 Corintios 4:1-5 hallamos un tercer aspecto del tribunal de Cristo. Aquí hallamos que Dios manifiesta los consejos del corazón. Él sabe no sólo lo que hacemos, sino también por qué lo hacemos. Él escudriña los corazones. Nosotros no conocemos nuestros propios corazones, y mucho menos los corazones y motivos de los demás. No debemos juzgar las cosas solamente por su apariencia, ni pasar juicio sobre nuestras propias vidas; todo se manifestará aquel día. Si hemos tenido motivos errados y hemos hecho las cosas para los ojos de los otros, y no realmente para el Señor, todo saldrá entonces, «porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a la luz» (Lucas 8:17).

Quizá hemos intentado hacer algo por amor al Señor Jesús, y no lo hemos hecho como debíamos o como habíamos planeado. Quizá otros nos han criticado, pero el Señor conocía nuestros corazones, y él recompensará el deseo. Como la niñita que quería ayudar a su madre, pero dejó caer una valiosa pieza de porcelana, rompiéndola. Su madre no podía recompensar la acción, pero recompensa amantemente el deseo de la niña de complacerla. Por esto leemos aquí: «Entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios». De cierto que cada uno de nosotros deberíamos alabarlo a Él, pero, ¿no es maravilloso que Él vaya a alabarnos a nosotros?

Es necesario que consideremos cómo nuestras acciones afectan a otros, y de manera especial a los hijos de Dios, «porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí» (v. 7). Cuando pensamos acerca de nuestra comparecencia allí en la presencia del Señor Jesús mientras que Él pasa revista a nuestras vidas, veremos a otros con los que entramos en contacto, y sabremos cómo les afectaron nuestras acciones. ¿Les fuimos de ayuda o estorbo? ¿Actuamos de manera irreflexiva y descuidada, o tratamos de darles aliento y serles de ayuda?

Las recompensas. La Escritura habla de la «corona de gloria» (1 Pedro 5:4), de la «corona de vida» (Santiago 1:12; Apocalipsis 2:10), de la «corona de justicia» (2 Timoteo 4:8) y de la «corona de gozo» (1 Tesalonicenses 2:19). Habla también de nuestra posición en el reino según la fidelidad manifestada: «Tendrás autoridad sobre diez ciudades», «tendrás autoridad sobre cinco ciudades» (Lucas 19:17,19).

Y también: «Si sufrimos, también reinaremos con él» (2 Timoteo 2:12). En tanto que en el estado eterno no hay el aspecto de «reinar», la posición es eterna (Apocalipsis 22:5) y las recompensas son eternas (2 Corintios 4:17; Gálatas 6:8; 1 Juan 2:17). La esposa aparece en el estado eterno con toda la hermosura del día de las bodas, para el que se ha preparado de una manera práctica, «porque el lino fino es las acciones justas de los santos» (Apocalipsis 19:8). ¡Lo que ha sido hecho para el Señor Jesús nunca perderá su gran valor delante de Sus ojos!

En el Tribunal de Cristo, los creyentes son recompensados en base a cuán fielmente sirvieron a Cristo (1 Corintios 9:24-27; 2 Timoteo 2:5). Las cosas por las que creo que seremos juzgados serán; qué tan bien obedecimos a la Gran Comisión (Mateo 28:18-20), qué tan victoriosos fuimos sobre el pecado (Romanos 6:1-4), qué tanto controlamos nuestra lengua (Santiago 3:1-9), etc. La Biblia habla de creyentes recibiendo coronas por diferentes cosas, basadas en cuán fielmente sirvieron a Cristo (1 Corintios 9:24-27; 2 Timoteo 2:5).

Santiago 1:12 es un buen resumen de cómo debemos pensar acerca del Tribunal de Cristo, “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.”

Debemos aspirar a ser galardonados. Es lícito aspirar ser galardonado: “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra" (Apocalipsis 22:12). Pablo amaba ese premio; luchaba y combatía para lograrlo. Tal como Cristo tenía delante de Él un gozo, el cual era la iglesia, por el cual fue capaz de sufrir la cruz y el oprobio (“Verá el fruto de la aflicción de su alma y quedará satisfecho”, Isaías 53:11), del mismo modo, Pablo tenía un gozo puesto delante, una meta: el “premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:14). Esa meta no era, obviamente, la salvación, sino reinar con Cristo en el milenio. Es una justa y lícita aspiración el ser “guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:23), y entrar así en el reino.

Lo que por derecho no nos corresponde, Dios nos lo otorga por gracia. “Cosas que ojo no vio, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”. En aquel día, como en un gran estadio y delante de todos los santos espectadores, escucharás tu nombre resonar por la potente voz de un ángel que te llamará al proscenio, y entonces la dulce voz de tu Salvador y Rey, te dirá: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor” (Mateo 25:23). Mayor será la gloria cuando seas coronado por las propias manos del Señor Jesucristo, y tengas el gozo de echar tus coronas a los pies de Aquel que ofreció la suya por ti y por mí, cuando se humilló al encarnarse.

Una iglesia gloriosa. En el tribunal de Cristo se quemarán todas las obras y aspectos de nuestro carácter que ofendan a la santidad de Dios. Entonces se cumplirá la palabra profética de Efesios 5:25-27: “...a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha”. La iglesia ha sido lavada de sus manchas por la preciosa sangre de Cristo, por la Palabra revelada a los apóstoles y profetas, y, finalmente – en el Tribunal de Cristo– por la destrucción de las malas obras realizadas durante la carrera en el servicio a su Señor. El Señor no obtiene la iglesia gloriosa aquí abajo, sino que la obtiene del Tribunal.

Después que el último de los vencedores de la fe sea coronado en el Tribunal de Cristo; y luego que se haya hecho la separación entre los que tienen coronas y los que no la tienen, y el último de los distinguidos sea vestido de lino fino, entonces se llevará a efecto esa grandiosa celebración que esperan los cielos: las bodas del Cordero.

Que este estudio sea en nosotros una motivación más para servir al Señor de la mejor manera el tiempo que nos quede de existencia sobre esta tierra en el lugar, país y ciudad dónde nos encontremos. Bendiciones.


Viviendo en el Espíritu. Romanos 8°


La nueva vida en Cristo nos imparte la naturaleza divina de Dios por su Espíritu Santo en nuestros corazones, haciéndonos parte de la familia celestial; por lo tanto nos es dada una nueva identidad como hijos de Dios, como herederos de Dios y coherederos con Cristo en los lugares celestiales. Somos ciudadanos de la Nueva Jerusalén, la patria celestial, que nos espera para estar en la presencia de Dios Padre, el Creador de todo lo que existe por la gracia divina.

En este capítulo veremos la obra de  la santificación, la seguridad, y la adopción de Dios para cada persona que ha creído en el Señor Jesucristo como Señor y Salvador. Apreciaremos aquí la santificación poderosa en contraste con la santificación sin poder; también veremos la nueva provisión de Dios para nuestra santificación.

Romanos 8:1-11. Traducción en lenguaje actual (TLA). El Espíritu de Dios nos da vida eterna: La victoria del Espíritu Santo sobre el pecado y la muerte. Por lo tanto, los que vivimos unidos a Jesucristo no seremos castigados. Ahora, por estar unidos a él, el Espíritu Santo nos controla y nos da vida, y nos ha librado del pecado y de la muerte. Dios ha hecho lo que la ley de Moisés no era capaz de hacer, ni podría haber hecho, porque nadie puede controlar sus deseos de hacer lo malo. Dios envió a su propio Hijo, y lo envió tan débil como nosotros, los pecadores. Lo envió para que muriera por nuestros pecados. Así, por medio de él, Dios destruyó al pecado. Lo hizo para que ya no vivamos de acuerdo con nuestros malos deseos, sino conforme a todos los justos mandamientos de la ley, con la ayuda del Espíritu Santo.

Los que viven sin controlar sus malos deseos, sólo piensan en hacer lo malo. Pero los que viven obedeciendo al Espíritu Santo sólo piensan en hacer lo que desea el Espíritu. Si vivimos pensando en todo lo malo que nuestros cuerpos desean, entonces quedaremos separados de Dios. Pero si pensamos sólo en lo que desea el Espíritu Santo, entonces tendremos vida eterna y paz. Los que no controlan sus malos deseos sólo piensan en hacer lo malo. Son enemigos de Dios, porque no quieren ni pueden obedecer la ley de Dios. Por eso, los que viven obedeciendo sus malos deseos no pueden agradarlo.

"La ley del Espíritu" que se menciona aquí, no sólo quiere decir el principio de una ley, sino también la autoridad que ejerce el Espíritu. El "Espíritu de vida" quiere decir que el Espíritu Santo trae vida porque esencialmente es vida. Él es el "Espíritu de vida". Y la expresión "en Cristo Jesús" da a entender que el Espíritu Santo está completamente unido a Cristo Jesús, porque el creyente comparte la vida de Cristo. Él libera al creyente.

Pero, si el Espíritu de Dios vive en ustedes, ya no tienen que seguir sus malos deseos, sino obedecer al Espíritu de Dios. El que no tiene al Espíritu de Cristo, no es de Cristo.  Por culpa del pecado, sus cuerpos tienen que morir. Pero si Cristo vive en ustedes, también el espíritu de ustedes vivirá, porque Dios los habrá declarado inocentes. Dios resucitó a Jesús, y él también hará que los cuerpos muertos de ustedes vuelvan a vivir, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Esto Dios lo hará por medio de su Espíritu, que vive en ustedes.

El hijo de Dios debe vivir para Dios. El pecado no debe gobernar, ni mucho menos gobernar la vida del cristiano. ¿Cómo puede el hijo de Dios vivir para Dios y de dónde puede sacar fuerzas para cumplir este propósito? Y el apóstol Pablo tuvo que pedir ayuda de fuera. Pablo dijo en Romanos 7:24. "¡Miserable de mi! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?" ¿Quién me va a capacitar de manera que pueda vivir para Dios? Y el apóstol Pablo dijo al concluir el capítulo 7: "Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. En conclusión, entiendo que debo someterme a la ley de Dios, pero en lo débil de mi condición humana estoy sometido a la ley del pecado".

El capítulo 8 nos presenta los medios por los cuales se nos asegura la victoria. En los primeros tres capítulos de la carta a los Romanos, vemos a Dios el Padre en la creación. Luego, desde el capítulo 3, versículo 21, hasta el capítulo 7, vemos a Dios el Hijo en salvación. En el capítulo 8, vemos a Dios, el Espíritu Santo en la santificación del creyente.

El apóstol Pablo dice en su carta a los Efesios, capítulo 5, versículo 18: "No os embriaguéis con vino, pues eso lleva el desenfreno; antes bien sed llenos del Espíritu". La santificación es la obra del Espíritu Santo en la vida regenerada del creyente, liberándolo del poder del pecado, incluso ante la misma presencia del pecado, y obrando la voluntad de Dios en la vida del creyente. Al creyente se le ha dado una nueva naturaleza. Él puede entregarse a esa nueva naturaleza y ése es un acto de la voluntad. Y ésa es la nueva lucha que se nos presenta. La expresión bíblica "la carne" describe al hombre natural. El Señor Jesucristo, en el evangelio de Juan, capítulo 3, versículo 6, dijo que: "Lo que es nacido de la carne, carne es". Siempre será carne. Dios no tiene un plan para cambiar esa débil naturaleza humana. Pero Él brinda algo nuevo. Y la parte final de ese versículo 6, en el evangelio de Juan, capítulo 3, dice: "Y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es". Eso es algo diferente.

Tenemos ante nosotros ahora, una nueva lucha. Ya no es la nueva naturaleza del creyente tratando de vencer al pecado en el cuerpo, sino que es el Espíritu Santo luchando contra la vieja naturaleza.

Pues, bien, el creyente tiene a su lado al Espíritu Santo para que éste le defienda de la carne. Yo no puedo vencer la carne. Aprendí eso hace mucho tiempo. Así que debo confiar en alguien que sí puede hacerlo. Y ese alguien, estimado oyente, es el Espíritu Santo que reside dentro del creyente. Y Él quiere hacerlo y puede lograrlo.

Romanos 8:12-21. Traducción en lenguaje actual (TLA). Un futuro maravilloso. Por eso, hermanos, ya no estamos obligados a vivir de acuerdo con nuestros propios deseos. Si ustedes viven de acuerdo a esos deseos, morirán para siempre; pero si por medio del Espíritu Santo ponen fin a esos malos deseos, tendrán vida eterna. Todos los que viven en obediencia al Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Porque el Espíritu que Dios les ha dado no los esclaviza ni les hace tener miedo. Por el contrario, el Espíritu nos convierte en hijos de Dios y nos permite llamar a Dios: «¡Papá!» El Espíritu de Dios se une a nuestro espíritu, y nos asegura que somos hijos de Dios. Y como somos sus hijos, tenemos derecho a todo lo bueno que él ha preparado para nosotros. Todo eso lo compartiremos con Cristo. Y si de alguna manera sufrimos como él sufrió, seguramente también compartiremos con él la honra que recibirá.

Estoy seguro de que los sufrimientos por los que ahora pasamos no son nada, si los comparamos con la gloriosa vida que Dios nos dará junto a él. El mundo entero espera impaciente que Dios muestre a todos que nosotros somos sus hijos. Pues todo el mundo está confundido, y no por su culpa, sino porque Dios así lo decidió. Pero al mundo le queda todavía la esperanza de ser liberado de su destrucción. Tiene la esperanza de compartir la maravillosa libertad de los hijos de Dios. Nosotros sabemos que este mundo se queja y sufre de dolor, como cuando una mujer embarazada está a punto de dar a luz.

La frase "los que son de la carne", es decir, los que viven conforme a la débil condición humana, describe al ser humano natural. En el segundo capítulo de su carta a los Efesios, versículos 1 al 3, Pablo dijo: "Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los que desobedecen a Dios. De esa manera vivíamos también todos nosotros en otro tiempo, siguiendo nuestros propios deseos y satisfaciendo los caprichos de nuestra naturaleza pecadora y de nuestros pensamientos. A causa de esa naturaleza merecíamos el terrible castigo de Dios, igual que los demás". Ésa era nuestra condición hasta que fuimos salvados, y la carne incluye también la mente. En su carta a los Colosenses, capítulo 1, versículo 21, Pablo dijo: "Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos por vuestros pensamientos y por vuestras malas obras, ahora Cristo os ha reconciliado". Esto incluye toda la personalidad que está completamente alejada de Dios. Y en su primera carta a los Corintios, capítulo 2, versículo 14, nos dijo: "Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente".

Esta clase de personas busca, lucha, y hasta ha puesto sus corazones en las cosas de la carne. Y ésa es su manera de vivir, y las obras de la débil condición humana son manifiestas. Usted lo puede leer por sí mismo en la carta a los Gálatas, capítulo 5, versículos 19 y 20. Y en Colosenses 3:8 se habla de: "ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca". Eso es lo que el Señor Jesucristo dijo también en el capítulo 15 del evangelio de Mateo, versículo 19: "Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias".

El vivir dominado por la débil condición humana significa derrota y muerte. Ningún hijo de Dios puede tener una vida abundante en Cristo viviendo por las cosas de la carne, de su vieja naturaleza. El hijo pródigo, como vemos en la parábola relatada en Lucas 15, puede ir a parar a una pocilga, pero nunca será feliz si permanece allí. Tendrá el deseo de salir y de volver a su padre.

La otra clase de personas es la formada por aquellos que según el Espíritu, han nacido de nuevo, han sido regenerados, en ellos reside el Espíritu Santo de Dios, y aman las cosas de Dios. Y el apóstol Pablo dijo en su carta a los Colosenses, capítulo 3, versículo 1: "Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios". Y el versículo 2 sigue diciendo: "Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra". Más adelante en este mismo capítulo 3 de la carta a los Colosenses, versículo 12, el apóstol continuó dando más instrucciones para el creyente y dijo: "Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia".

Éstas son las actitudes que anhela y busca el hijo de Dios. Pero, no las podemos lograr por medio de nuestro propio esfuerzo. Las logramos, solamente, cuando dejamos que el Espíritu de Dios obre en nuestras vidas.

Romanos 8:23-30. Traducción en lenguaje actual (TLA). Camino a la gloria eterna. Y no sólo sufre el mundo, sino que también sufrimos nosotros, los que tenemos al Espíritu Santo, que es el anticipo de todo lo que Dios nos dará después. Mientras esperamos que Dios nos adopte definitivamente como sus hijos, y nos libere del todo, sufrimos en silencio. Dios nos salvó porque tenemos la confianza de que así sucederá. Pero esperar lo que ya se está viendo no es esperanza, pues ¿quién sigue esperando algo que ya tiene? Sin embargo, si esperamos recibir algo que todavía no vemos, tenemos que esperarlo con paciencia.

Del mismo modo, y puesto que nuestra confianza en Dios es débil, el Espíritu Santo nos ayuda. Porque no sabemos cómo debemos orar a Dios, pero el Espíritu mismo ruega por nosotros, y lo hace de modo tan especial que no hay palabras para expresarlo. Y Dios, que conoce todos nuestros pensamientos, sabe lo que el Espíritu Santo quiere decir. Porque el Espíritu ruega a Dios por su pueblo especial, y sus ruegos van de acuerdo con lo que Dios quiere.

Sabemos que Dios va preparando todo para el bien de los que lo aman, es decir, de los que él ha llamado de acuerdo con su plan. 29 Desde el principio, Dios ya sabía a quiénes iba a elegir, y ya había decidido que fueran semejantes a su Hijo, para que éste sea el Hijo mayor. 30 A los que él ya había elegido, los llamó; y a los que llamó también los aceptó; y a los que aceptó les dio un lugar de honor.

El vivir en el espíritu produce amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza (Gálatas 5:22-23); Todos necesitamos experimentar una profunda y perpetua renovación que sólo la produce el Espíritu de Dios, y en virtud a ello podremos comprender nuestra misión terrenal, en medio de una realidad corrupta. El Espíritu enciende la imaginación del creyente y de la Iglesia, para que ambos puedan realizar la Gran Comisión (Mateo 28:19-20), con las formas más eficaces en sus testimonio personales y comunitarios. Hoy más que nunca, en tiempos donde vivimos un proceso de despersonalización del ser humano, en el que existe un sentido de vaciedad y donde cada quién se pregunta: “¿Quién soy yo?” y ¿”Cuál es el sentido de mi vida?” En esta situación, es necesario y urgente que algo suceda e invierta el proceso y de al ser humano un sentido de valor, de seguridad, de personalidad, de vida plena.

Muchos viven según la carne, cometiendo todo tipo de pecado, sin poder vivir con su conciencia tranquila. Viven sin esperanza, sin alegría, sin imaginación, renegados. Viven encerrados en sí mismos, sólo buscan sus intereses personales; se pelean por los primeros puestos; antes que servir, quieren ser servidos. Son como los huesos secos que describe el profeta Ezequiel en el capítulo 37 de su libro. En ellos se evidencia los frutos de la carne, descritos en el libro de Gálatas, capítulo 5:19-21, ellos son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas. El vivir en la carne produce muerte. Sólo con el poder del Espíritu uno puede cambiar esta situación caótica de la persona y de su entorno social. Sólo Él puede producir ese verdadero cambio existencial y espiritual. Permite que la persona viva plenamente, encuentre su verdadero valor personal en el encuentro con el otro.

El mejor ejemplo lo tenemos en Jesucristo, él manifestó que el Espíritu del Señor estaba sobre él y que lo había enviado a dar buenas nuevas a los pobres; a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor (Lucas 4: 18-19). Ese mismo Espíritu que mora en el Señor Jesús es el que nos permite tener convicción para realizar la misión, tener las fuerzas para vencer al enemigo, resistencia ante los embates del diablo, la confianza necesaria para esperar el mañana. Si nos dejamos llevar por el Espíritu Santo, nuestra vida será una vida en plenitud. Vivir plenamente en el Espíritu, es vivir una vida en comunidad con el cuerpo de Cristo: que somos los creyentes en Cristo, donde el amor y la paz son una realidad, en otras palabras en dónde el reino de los cielos se hace manifiesto.

Romanos 8:31-39. Traducción en lenguaje actual (TLA). Dios nos ama eternamente. Sólo nos queda decir que, si Dios está de nuestra parte, nadie podrá estar en contra de nosotros. Dios no nos negó ni siquiera a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros, así que también nos dará junto con él todas las cosas. ¿Quién puede acusar de algo malo a los que Dios ha elegido? ¡Si Dios mismo los ha declarado inocentes! ¿Puede alguien castigarlos? ¡De ninguna manera, pues Jesucristo murió por ellos! Es más, Jesucristo resucitó, y ahora está a la derecha de Dios, rogando por nosotros. ¿Quién podrá separarnos del amor de Jesucristo? Nada ni nadie. Ni los problemas, ni los sufrimientos, ni las dificultades. Tampoco podrán hacerlo el hambre ni el frío, ni los peligros ni la muerte. Como dice la Biblia: «Por causa tuya nos matan; ¡por ti nos tratan siempre como a ovejas para el matadero!»

En medio de todos nuestros problemas, estamos seguros de que Jesucristo, quien nos amó, nos dará la victoria total. Yo estoy seguro de que nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la vida ni la muerte, ni los ángeles ni los espíritus, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes del cielo ni los del infierno, ni nada de lo creado por Dios. ¡Nada, absolutamente nada, podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado por medio de nuestro Señor Jesucristo!

Dios entregó a Su propio Hijo para morir por nosotros, Él no negó a Su Hijo, ¿no cree usted entonces que Él puede darle todo lo que necesita en esta vida y en la vida futura? Dios ha puesto Su trono detrás de los elegidos. Nosotros somos pecadores justificados. Dios está detrás de nosotros. ¿Quién nos condenará? Nadie nos puede condenar. Y, ¿Sabe por qué? Porque Cristo murió. Más aun, el que resucitó.

Cristo ha removido toda condenación y el creyente está seguro debido a los siguientes aspectos de la obra de Cristo: (1) Cristo murió por nosotros, fue entregado por nuestras ofensas; (2) Fue resucitado de los muertos, para nuestra justificación; (3) Está a la derecha de Dios, se encuentra allí en este momento. Es el Cristo que vive y (4) Él también intercede por nosotros. Cristo oró por nosotros: esta obra, que comprende estos 4 aspectos, es la razón por la cual nadie puede acusar a los escogidos de Dios.

Y esta obra completa de la redención, fue realizada a favor de nosotros en medio de un mundo donde la seguridad se torna cada vez más problemática, donde la duda y la incertidumbre están a la orden del día, dónde la maldad, la mentira y la injusticia imperan por todas las naciones de la tierra.

Pero hay una auténtica seguridad para todos aquellos que confían en el Señor Jesucristo porque ninguna promesa suya quedará sin cumplirse. Su amor es verdadero y fiel, en un mundo en que el amor y la amistad son términos que muchas veces resaltan la inconstancia y debilidad humanas.

Le invitamos a colocar su vida presente y futura en las manos de aquel Buen Pastor que entregó Su vida por las ovejas, es decir por nosotros, y bajo cuyo amparo podemos vivir en plenitud, en armonía con Dios y cumpliendo Sus propósitos y recordemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes le aman.

No sólo los cuerpos de los creyentes serán redimidos, sino que todo este universo físico, esta tierra en la que usted y yo habitamos también será redimida. Ése es el propósito de Dios, y Él lo llevará a cabo. En realidad cambiaremos esta tierra vieja por una tierra nueva, recibiremos un nuevo modelo de tierra, por decirlo así; donde no habrá más pecado, ni maldición por causa del pecado, y éste no volverá sobre ella. ¡Viviremos así una maravillosa experiencia! El vivir en el Espíritu es vivir una vida en santidad, tanto personal como socialmente. Hoy necesitamos dar testimonio de esta nueva realidad social y espiritual a un mundo que vive según sus propios principios y valores y no de acuerdo a la palabra de Dios.

Habiendo reconocido que tendremos cuerpos redimidos, consideró las aflicciones de la época presente, que constituyen la experiencia común de todos los creyentes como algo pasajero.

Esta generación, que está disfrutando de mayores comodidades que cualquier otra en la historia, trata de evitar el pensar en este lado oscuro de la vida. Pero los creyentes actuales no pueden eludir la experiencia del sufrimiento. Y muchos de nosotros tenemos un gran peso en nuestro pasado, en la vieja naturaleza del pecado. Y es muy difícil poder cambiar. Cuando usted cree en Cristo, la nueva naturaleza que recibe toma el control de las cosas, quiere cambiar de camino porque no desea que usted continúe viviendo en el pecado. La nueva naturaleza no quiere pecar. Pero la vieja naturaleza no quiere dar un paso hacia atrás y es entonces, que surgen los conflictos. Pero esta lucha terminará cuando nuestro cuerpo sea redimido.

De ahí que es necesario vivir nuestra fe en medio de tiempos turbulentos y a través de los dones, llamamientos y ministerios, implantar el carácter de Cristo en cada nuevo creyente, para así llegar a trasformar nuestro entorno y nuestras ciudades. Mateo 5:14-16. La luz del mundo. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. Bendiciones.

El éxito a la manera de Dios°




Todos los seres humanos queremos ser exitosos, pero a veces no tenemos claro el camino a seguir para alcanzar el éxito y eso nos puede llevar muchas veces a tomar los caminos equivocados, a formar en nosotros un carácter mal sano y no el carácter de Cristo, a tener nuestra escala de valores equivocada, a ver las cosas materiales que se alcanzan como la meta de nuestras vidas, mientras que el Señor nos enseña que eso es solamente la añadidura.

Juan 14:6.  Jesús le dijo: Yo soy el camino,  y la verdad,  y la vida;  nadie viene al Padre,  sino por mí.

Hechos 5:29. Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.

Sal 40:7-11.  Entonces dije: He aquí,  vengo; En el rollo del libro está escrito de mí; El hacer tu voluntad,  Dios mío,  me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón. He anunciado justicia en grande congregación;  He aquí,  no refrené mis labios, Jehová,  tú lo sabes. No encubrí tu justicia dentro de mi corazón;  He publicado tu fidelidad y tu salvación; No oculté tu misericordia y tu verdad en grande asamblea. Jehová,  no retengas de mí tus misericordias; Tu misericordia y tu verdad me guarden siempre. Romanos 8:5-6. Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne;  pero los que son del Espíritu,  en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte,  pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.

El ejemplo de éxito más grande para los seres humanos es la vida de nuestro Señor Jesucristo:

Juan 4:34. Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió,  y que acabe su obra.

Juan 5:30.  No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo,  así juzgo;  y mi juicio es justo,  porque no busco mi voluntad,  sino la voluntad del que me envió,  la del Padre. 

Juan 6:38. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad,  sino la voluntad del que me envió. Juan 6:39  Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere,  no pierda yo nada,  sino que lo resucite en el día postrero.

Hebreos 5:7-9.  Y Cristo,  en los días de su carne,  ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte,  fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo,  por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado,  vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen.

En este mundo en el que vivimos nos enseñan desde muy pequeños que el éxito para nuestras vidas consiste en alcanzar bienes materiales, dinero, posición económica, posición social, conocimiento, el mejor auto, el mejor cónyuge, fama, pero Jesucristo vino a nuestras vidas a mostrarnos y enseñarnos la verdad.

Juan 8:31-32. Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra,  seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad,  y la verdad os hará libres, vino a hacernos libres de la esclavitud del mundo.

Lucas 12:15-21.  Y les dijo: Mirad,  y guardaos de toda avaricia;  porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí,  diciendo: ¿Qué haré,  porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros,  y los edificaré mayores,  y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma,  muchos bienes tienes guardados para muchos años;  repósate,  come,  bebe,  regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio,  esta noche vienen a pedirte tu alma;  y lo que has provisto,  ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro,  y no es rico para con Dios.   

Mateo 6:31-34. No os afanéis,  pues,  diciendo: ¿Qué comeremos,  o qué beberemos,  o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas;  pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia,  y todas estas cosas os serán añadidas. Así que,  no os afanéis por el día de mañana,  porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.

En una sociedad en la que la gente culpa a todos, desde sus padres hasta el gobierno por su incapacidad de salir adelante, debemos asumir la responsabilidad individual de la conquista de nuestro éxito y de nuestra misión de vida tomando conciencia de que al decir: Somos Arquitectos de Nuestra Vida, esto será así en la realidad dependiendo de nuestra fe, paciencia, perseverancia y voluntad,

2 Timoteo 1:7.  Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. El Señor mismo nos ayuda a desear, buscar, pedir y encontrar lo que él tiene preparado para cada uno de nosotros.

Romanos 8:26-28.  Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene,  no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu,  porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos. Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.

En la vida cotidiana muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado de rendir completamente nuestras vidas al Creador del universo, nuestro Señor Jesucristo y vivir para él guardando sus mandamientos guiados siempre por el Espíritu Santo,

Juan 14:16.  Y yo rogaré al Padre,  y os dará otro Consolador,  para que esté con vosotros para siempre.

Juan 14:15. Si me amáis, guardad mis mandamientos.

Juan 14:21-28.  El que tiene mis mandamientos,  y los guarda,  ése es el que me ama;  y el que me ama,  será amado por mi Padre,  y yo le amaré,  y me manifestaré a él. Le dijo Judas  (no el Iscariote): Señor,  ¿cómo es que te manifestarás a nosotros,  y no al mundo? Respondió Jesús y le dijo: El que me ama,  mi palabra guardará;  y mi Padre le amará,  y vendremos a él,  y haremos morada con él. El que no me ama,  no guarda mis palabras;  y la palabra que habéis oído no es mía,  sino del Padre que me envió. Os he dicho estas cosas estando con vosotros. Mas el Consolador,  el Espíritu Santo,  a quien el Padre enviará en mi nombre,  él os enseñará todas las cosas,  y os recordará todo lo que yo os he dicho. La paz os dejo,  mi paz os doy;  yo no os la doy como el mundo la da.  No se turbe vuestro corazón,  ni tenga miedo. Habéis oído que yo os he dicho: Voy,  y vengo a vosotros.  Si me amarais,  os habríais regocijado,  porque he dicho que voy al Padre;  porque el Padre mayor es que yo.

Pero Dios no se olvida de nuestras necesidades y deseos, él quiere darnos lo mejor, lo que realmente nos conviene, debemos cada día aprender a depender de su dirección y sabiduría, seguir su Palabra, sus enseñanzas.

Jeremías 29:11-14. Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros,  dice Jehová,  pensamientos de paz,  y no de mal,  para daros el fin que esperáis. Entonces me invocaréis,  y vendréis y oraréis a mí,  y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis,  porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros,  dice Jehová,  y haré volver vuestra cautividad,  y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé,  dice Jehová;  y os haré volver al lugar de donde os hice llevar.

Romanos 8:14-19.  Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios,  éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor,  sino que habéis recibido el espíritu de adopción,  por el cual clamamos: ¡Abba,  Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu,  de que somos hijos de Dios. Y si hijos,  también herederos;  herederos de Dios y coherederos con Cristo,  si es que padecemos juntamente con él,  para que juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.

Y por último una agradable reflexión: ¡SE FUERTE! No hay más fortaleza que la del Espíritu de Dios. No fundes tus fuerzas en los demás, sólo en el SEÑOR. Aprende a bastarte a ti mismo y serás el vencedor y no el vencido. Arráncale triunfos a la vida y no derrotas; todo infortunio ha de darte una lección para el porvenir; cada nuevo día que se te da es un regalo para crecer, amar y compartir. Siempre ten presente que la piel se arruga, el pelo se vuelve blanco y los días se convierten en años….

Pero lo importante no cambia; tu fuerza y tu convicción no tienen edad; tu espíritu es el plumero de cualquier tela de araña. Detrás de cada línea de llegada hay uno de partida; detrás de cada logro hay otro desafío; mientras estés vivo, siéntete vivo; si extrañas lo que alguna vez hiciste, vuelve a hacerlo; no vivas de fotos amarillas…. Sigue aunque todos esperen que abandones, no dejes que se oxide el hierro que hay en ti. Haz que en vez de lástima te tengan respeto. Cuando por los años no puedas correr, trota; cuando no puedas trotar, camina; cuando no puedas caminar, usa el bastón, pero nunca te detengas.

Vuelve a empezar aunque sientas el cansancio, aunque el triunfo te abandone, aunque el error te lastime, aunque una traición te hiera, aunque una ilusión se apague, aunque ignoren tus esfuerzos, aunque la ingratitud sea la paga, aunque todo te parezca nada…… ¡vuelve a empezar! Porque sólo las personas como tú le permiten al mundo avanzar. ¡Ánimo!  Comienza y recomienza siempre, no te dejes vencer de la indiferencia. Si caíste levántate y vuelve a empezar; si te equivocaste, párate y recomienza, si no lograste educar tu voluntad empieza de nuevo.

!No pierdas los ánimos jamás¡ Tal vez al concluir la lucha queden cicatrices que serán tu gloria delante de DIOS. !Esfuérzate¡ no triunfa en la vida quien nunca tuvo momentos difíciles……Triunfa quien los tuvo y supo superarlos. Todo lo puedes en Jesús que te fortalece y recuerda que DIOS en su amor Omnipotente siempre tiene preparadas para ti la ayuda y la fuerza que tú necesitas. Ten presente que él siempre tiene sus brazos abiertos para recibirte, porque el que a él va no le hecha fuera, ya que él dijo: venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar.

Deuteronomio 30:14-16.  Porque muy cerca de ti está la palabra,  en tu boca y en tu corazón,  para que la cumplas. Mira,  yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien,  la muerte y el mal; porque yo te mando hoy que ames a Jehová tu Dios,  que andes en sus caminos,  y guardes sus mandamientos,  sus estatutos y sus decretos,  para que vivas y seas multiplicado,  y Jehová tu Dios te bendiga en la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella.

La decisión es de cada uno de nosotros, ¿cuál es tu decisión?, ¿quieres ver la vida y alcanzar el éxito a la manera de Dios? El tiempo es ahora. Bendiciones.