Nuestro deseo es que cada uno de los mensajes, así como cada uno de los ministerios y recursos enlazados, pueda ayudar como una herramienta al crecimiento, edificación y fortaleza de cada creyente dentro de la iglesia de Jesucristo en las naciones y ser un práctico instrumento dentro de los planes y propósitos de Dios para la humanidad. Cada mensaje tiene el propósito de dejar una enseñanza basada en la doctrina bíblica, de dar una voz de aliento, de edificar las vidas; además de que pueda ser adaptado por quien desee para enseñanzas en células o grupos de enseñanza evangelísticos, escuela dominical, en evangelismo personal, en consejería o en reuniones y servicios de iglesias.

Caminando con Cristo el Señor °

Abraham fue un hombre que experimentó tanto confianza como confusión en su caminar con Dios, por medio de éxitos y fracasos, certidumbre y duda, experiencias en la cumbre y en valles de desesperación. Muchas personas piensan que es creer algo en lo que pueden estar seguras. Pero ¿sabía usted que para el cristiano la fe es también un camino?

En el momento de la salvación, el creyente da su primer paso, y a partir de ese punto camina en una relación con Jesús. Este viaje es la experiencia más emocionante de la vida, porque estamos aprendiendo a conocer a nuestro Salvador y a cumplir con lo que Él nos ha llamado a hacer. Cualquier camino es más fácil si uno conoce a alguien que lo ha recorrido antes. Gracias a Dios, tenemos la Biblia, la cual está llena de maravillosos ejemplos de personas que transitaron el mismo camino en que estamos nosotros hoy.

Abraham fue un hombre que experimentó tanto confianza como confusión en su caminar con Dios, por medio de éxitos y fracasos, certidumbre y duda, experiencias en la cumbre y en valles de desesperación. Cuando examinamos su peregrinaje de fe, encontramos seis palabras que nos ayudan a entender lo que podemos esperar al imitar sus pasos.

• PROPÓSITO. En primer lugar, debemos entender que Dios nunca hace nada sin un plan. Sus propósitos han sido fijados y cumplidos desde la creación (Isaías 46:9-10. Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero). Él tiene planes para la vida suya también, pero la única manera de descubrirlos es recorrer el camino de la fe con Él. Aunque usted no llegue a entender todas las vueltas y giros a lo largo del camino, sí podrá confiar en la fidelidad y en el poder ilimitado de Aquél que le guiará.

Cuando Abraham escuchó al Señor por primera vez, no tenía idea de que su historia quedaría registrada para ser leída por las generaciones futuras. Y gracias a que fue fiel al dar ese primer paso, la nación de Israel fue establecida, y nació el Salvador del mundo.

¿Ha pensado usted alguna vez en lo que Dios pudiera hacer en su vida si caminara obedientemente con Él? El Señor no nos dice siempre lo que está haciendo; simplemente dice: “Sígueme”. Entonces, cuando damos un paso de fe, Él nos da más dirección. Si recibiéramos todos los detalles, nos perderíamos la emoción de caminar con Él, y las bendiciones que Él quisiera darnos.

• PERPLEJIDAD. Cuando el Señor le dijo: (Génesis 12.1-3. Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.) Abraham no tenía idea de dónde terminaría su viaje o de cuáles serían los resultados a largo plazo. Su mente debió estar inundada de preguntas.

Del mismo modo, nuestro caminar con Dios puede ser difícil de entender. A veces, nos pide que vayamos a lugares que parecen ilógicos o que hagamos cosas sin sentido. Pero somos llamados a andar por fe — no por vista, sentimientos o razonamientos humanos.

Es por eso que no podemos tomar decisiones basándonos en lo que nos parece lógico. Las decisiones correctas se toman solo cuando tenemos en cuenta lo que es lógico para Dios. Sus pensamientos y sus caminos son más altos que los nuestros (Isaías 55:8-9. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos).

La única manera de recibir más entendimiento del Señor, es mediante el estudio de su Palabra. Al examinar lo que Él desea para nosotros, y en la manera como trabajó en las vidas de hombres y mujeres de la Biblia, comenzaremos a ver los acontecimientos desconcertantes de nuestras vidas desde su perspectiva. Algún día todas nuestras preguntas serán respondidas, y todo tendrá sentido.

Veremos cómo estuvo haciendo que todo resultara para bien, conforme a su buen propósito en cada situación — incluso en las dolorosas. No tenemos que comprender siempre lo que está haciendo; lo único que tenemos que hacer es obedecer y dejar todas las consecuencias en sus manos.

• PACIENCIA. Somos una generación apresurada, pero Dios nunca tiene prisa. En el camino de la fe, hay dos indicaciones — “Reduce la velocidad”, y “Espera aquí” — y no nos gusta ninguna de ellas. Si usted es como yo, querrá mantenerse en movimiento y seguir adelante con lo que sea que el Señor le haya llamado a hacer.

A veces, tenemos la idea de que si Él nos dice que demos dos pasos al frente, cinco serían mejor. Pero recordemos que Dios ha planificado perfectamente nuestra ruta de acuerdo con su cronograma. Si Él dice que espere, usted tenga la seguridad de que Él está trabajando para lograr el mejor resultado posible — un resultado que dará testimonio de su fidelidad, y que le glorificará.

En la vida de Abraham vemos tanto las bendiciones de esperar en el Señor, como las consecuencias de adelantarse a su plan. Cuando Dios le dijo que dejara su tierra, Abraham salió obedientemente de Harán y se estableció en la tierra de Canaán (Génesis 12:4-8. Y se fue Abram, como Jehová le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán. Tomó, pues, Abram a Sarai su mujer, y a Lot hijo de su hermano, y todos sus bienes que habían ganado y las personas que habían adquirido en Harán, y salieron para ir a tierra de Canaán; y a tierra de Canaán llegaron. Y pasó Abram por aquella tierra hasta el lugar de Siquem, hasta el encino de More; y el cananeo estaba entonces en la tierra. Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido. Luego se pasó de allí a un monte al oriente de Bet-el, y plantó su tienda, teniendo a Bet-el al occidente y Hai al oriente; y edificó allí altar a Jehová, e invocó el nombre de Jehová.). Incluso edificó un altar para adorar al Señor. Sin embargo, cuando hubo una hambruna, Abraham decidió no confiar en el Señor o esperar en su provisión. En vez de eso, se fue a Egipto con su familia (v.10).

• PROTECCIÓN. A pesar de que caminar por fe puede parecer arriesgado, el camino de Dios es, en realidad, el más seguro, ya que Él siempre protege a quienes viajan con Él. Cuando el Señor llamó a Abraham, le prometió: “Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré” (v.3).

Este mismo principio de la protección divina se ve a lo largo de todas la Biblia. Aunque Dios no siempre nos libra de las adversidades, sí nos ayuda a atravesar las pruebas. De hecho, las utiliza para mejorar nuestra relación con Él.

El Señor interviene incluso a nuestro favor cuando estamos en dificultades como resultado de nuestras decisiones imprudentes. Cuando cometemos un desliz en nuestra fe, Él no nos abandona. Entiende nuestras debilidades y sabe cuándo tenemos un corazón inclinado a Él.

¿Significa esto que no tendremos que sufrir las consecuencias de nuestras malas decisiones? De ninguna manera. El principio divino de la siembra y la cosecha sigue vigente (Gálatas 6:7. No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará). Veamos el incidente entre Sara y Agar. El nacimiento de Ismael dio como resultado estrés y conflicto en la familia de Abraham. Sin embargo, aunque el torpe intento de Sara de tener un hijo complicó el plan del Señor, eso nunca frustró sus propósitos. El hijo prometido, Isaac, llegó de todas maneras de acuerdo con el plan de Dios (Génesis 21:1-2. Visitó Jehová a Sara, como había dicho, e hizo Jehová con Sara como había hablado. Y Sara concibió y dio a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios le había dicho).

• PÉNDULO. Al caminar usted con el Señor, habrá momentos en que sentirá que su vida espiritual oscila como un péndulo entre la fe y la duda: sabe lo que dice la Palabra de Dios, pero las circunstancias y sus sentimientos le dicen algo totalmente diferente. A Abraham, sin duda, le fue difícil algunas veces creerle a Dios. Su fe era fuerte cuando comenzó su peregrinación, pero cuando las dificultades lo amenazaron, o el Señor pareció ir despacio para cumplir sus promesas, las dudas se apoderaron de su fe.

Sin embargo, en el momento que Abraham enfrentó la mayor prueba de su vida, su fe se había vuelto tan fuerte que obedeció diligentemente la orden de Dios de sacrificar a Isaac en el altar (Génesis 22:1-18). Porque creyó que Dios podía hacer lo imposible, pasó la prueba de fe, y el Señor salvó a Isaac.

• PAZ. Porque Abraham había aprendido a confiar en Dios, experimentó la paz maravillosa que significa tener una relación con el Señor. ¿Y no es eso lo que todos necesitamos? Hermano, no hay paz fuera del camino de la fe. No es cuestión de tener todo lo que deseamos, sino de desarrollar una actitud de confianza y tomar la determinación de obedecer, sabiendo que Dios siempre nos lleva por el camino correcto.

Cuando se trata de la fe, tenemos ventajas que no estuvieron al alcance de Abraham. En primer lugar está la Biblia, que revela la perspectiva de Dios en cuanto a la fe, y que nos permite aprender de los éxitos y los fracasos de quienes nos precedieron.

En segundo lugar, tenemos la encarnación del Hijo de Dios que ocurrió 2.000 años después de Abraham; este patriarca no solo careció de todo lo que el Nuevo Testamento revela acerca de Jesucristo, sino además de la presencia interior del Espíritu Santo, como sí la tenemos los creyentes hoy.

Abraham demostró fe por la revelación que le había sido dada (1 Corintios 3:11; Hebreos 9:10). Al hacer nosotros lo mismo cada día, experimentaremos la paz que sobrepasa todo entendimiento y la emoción de seguir a Cristo, paso a paso, en el poder del Espíritu Santo. Caminar hacia la meta final que es la eternidad con Dios es posible cuando damos pasos firmes y sostenidos, asidos de la mano del Señor Jesucristo. Avanzar no se logra dependiendo de la fortaleza personal, sino afianzados de la fortaleza divina.

Es probable que las circunstancias adversas desprendan temores, inquietud e incertidumbre; sin embargo estamos llamados a seguir caminando en fidelidad a Dios. Nos anima la esperanza de que nuestro amado Padre cumplirá aquello que nos ha prometido y que es: en el presente muchas bendiciones, y mañana: la vida eterna.

Nuestro tránsito terrenal con Dios amerita que tengamos fe. Puede que no veamos ahora la materialización de las promesas divinas, pero debemos seguir caminando firmes. Como los hombres de fe que describe la Biblia, estamos llamados a guardar la esperanza, confiando en la veracidad de las promesas de Dios. Con ayuda del Señor Jesús podemos despojarnos del temor, las dudas y la incertidumbre que nos impiden avanzar. Con ayuda del Señor Jesús podemos vencer la tentación que inclina nuestra naturaleza al pecado. Con la ayuda del Señor Jesús podemos avanzar en el camino de fe con perseverancia.

Nuestra mirada no puede estar puesta en las circunstancias, sino en la sagrada meta. El Señor Jesús es Quien nos fortalece con la fe necesaria para vencer: “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”. El Señor Jesús es quien nos anima cuando llegan los momentos difíciles. La vida es un caminar. Cada día caminamos por una senda que nos lleva a diferentes lugares. A veces es un camino que lleva a lugares de descanso y paz. Se parece a una vereda entre las montañas verdes, que con cada vuelta revela un manantial, un lago pacífico o una vista panorámica.

En otros momentos, nuestro caminar nos lleva por desiertos inmensos. Un día sigue a otro, sin cambios perceptibles, y nuestra alma se muere de sed. Pensamos que nunca saldremos de este desierto, que la vida nunca será mejor, que el sueño de un oasis de paz y descanso no es más que un espejismo. Así es nuestra vida. Solemos pensar que la calidad de nuestra vida depende del lugar en el que nos encontremos. Creemos que sólo podremos vivir bien si las circunstancias de nuestra vida son propicias. El viaje sólo vale la pena para nosotros si el paisaje es acogedor.

Así es que pensamos, pero cometemos un gran error al pensar así. Mucho menos importante que los lugares por los que andemos en el camino de nuestra vida es esto: ¿con quién andamos? La compañía, no el campo, determina la calidad de nuestro camino.

Veamos otro ejemplo, la vida de Enoc de quien dice en la  Biblia que caminaba con Dios. Génesis 5:18-24. Vivió Jared ciento sesenta y dos años, y engendró a Enoc. Y vivió Jared, después que engendró a Enoc, ochocientos años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días de Jared novecientos sesenta y dos años; y murió. Vivió Enoc sesenta y cinco años, y engendró a Matusalén. Y caminó Enoc con Dios, después que engendró a Matusalén, trescientos años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días de Enoc trescientos sesenta y cinco años. Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios.

En lugar de morir, como cualquier otro ser mortal, Enoc un día desapareció porque Dios se lo llevó. La única otra persona en el Antiguo Testamento de quien se dice esto es Elías. Enoc ocupa un lugar muy especial; no tuvo que experimentar la muerte física, sino que Dios lo llevó directamente a estar con él. ¿Por qué? ¿Cuál fue el secreto de Enoc? Se encuentra en una frase repetida dos veces en el pasaje. El secreto de Enoc, y el ejemplo que él nos da a nosotros, es éste: Enoc anduvo con Dios.

Enoc nos sirve como ejemplo del hombre justo. Tuvo una vida larga a comparación con nuestras vidas, pero muy breve a comparación con las vidas de sus contemporáneos. Su hijo Matusalén vivió más que cualquier otra persona en la historia, novecientos sesenta y nueve años; Enoc murió a la edad joven de trescientos sesenta y cinco. ¿Por qué tan joven? Dios se lo llevó, dice el verso, y podemos concluir que él ya había cumplido su propósito sobre la tierra. Dios lo quitó de la corrupción de este mundo y lo llevó a estar con él.

La corrupción del mundo, en aquellos días, ya era muy grande. A veces nosotros solemos pensar que el pasado fue un tiempo más puro e inocente, pero la Biblia nos enseña que la naturaleza humana después de la caída del hombre ha sido siempre la misma. Sin embargo, nos demuestra con claridad que Enoc vivía en tiempos de gran maldad, pues poco después Dios tuvo que destruir a la humanidad en el diluvio a causa de su gran desobediencia. Todos los males de nuestra sociedad - el homicidio, la drogadicción, la homosexualidad, la violación - ya existían, y se extendían por toda la sociedad.

¿Cómo logró Enoc caminar con Dios en medio de una sociedad tan corrupta? Los versos que hemos leído en Génesis no nos lo dicen con claridad, pero podemos encontrar la clave en el Nuevo Testamento. Hebreos 11:5-6. Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios. Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.

Estos versos nos dicen algo muy interesante acerca de la forma en que Enoc logró agradar a Dios: Enoc anduvo con Dios porque tuvo fe en el carácter de Dios. Lo que encontramos en el Antiguo Testamento no es un testimonio acerca de la fe de Enoc, sino más bien la declaración de que él agradó a Dios. Como dice el versículo, sin fe es imposible agradar a Dios. En otras palabras, habría sido imposible que Enoc agradara a Dios aparte de la fe.

Si no tenemos fe, no habrá base para vivir de una forma que le complace a Dios. Esta es la razón que Satanás busca de mil maneras atacar nuestra fe. Él ataca, sobre todo, lo que creemos acerca de Dios.

Si vamos a agradar a Dios, tenemos que creer - antes que nada - que él existe. El enemigo trata de hacernos dudar de la existencia de Dios ofreciéndonos muchas teorías muy sofisticadas para explicar la existencia del cosmos sin necesidad de Dios. Aunque muchas personas se dejan llevar por estas ideas, la Biblia dice: Dice el necio en su corazón: No hay Dios. (Salmo 53:1)

Tenemos que creer también que Dios recompensa a quienes le buscan. Tenemos que creer, en otras palabras, que vale la pena buscar a Dios. Aquí precisamente es que veo a muchas personas caer en problemas. La gran mayoría de las personas creen en Dios; creen que existe un ser supremo, y les gusta la idea de que hay alguien que nos está cuidando. Muy pocos, sin embargo, realmente parecen creer que vale la pena buscar a Dios. ¿Cómo más explicar la falta de asistencia a la iglesia, el poco valor dado a la oración, la gran pereza cuando se trata de estudiar la Palabra de Dios? Me pregunto cuántos de nosotros realmente creemos que vale la pena buscar a Dios.

Enoc agradó a Dios porque tuvo fe en su carácter. En otras palabras, Enoc creía en un Dios que vale la pena buscar. ¿En qué clase de Dios crees tú? ¿Crees en un abuelito celestial, que de vez en cuando te manda regalos? ¿Crees en un copiloto divino, que te ayuda cuando te metes en apuros? ¿Crees en un Dios que te mira desde lejos, y simplemente tratas de no irritarlo mucho?

La única forma de agradar a Dios es creer que él existe, y que es un Dios que recompensa a quienes lo buscan. Vale la pena esforzarse en buscar en Dios. Vale la pena sacrificar tiempo y energía para conocerlo y agradarle. Enoc complació a Dios porque tuvo fe en su carácter, y sólo así podremos hacerlo tú y yo. Confiar en el carácter de Dios también significa creer que él obrará.

Dios nos ha dado una visión para entender sus planes para el futuro. En los libros de Daniel y Apocalipsis, y en secciones de otros libros, Dios ha quitado el velo para que entendamos lo que sucederá.

Y si tú nunca has empezado a caminar con Dios, hay tres cosas que tienes que entender. La primera cosa es que tus pecados te separan de Dios. Para que puedas caminar con él, tus pecados tienen que ser purificados. La segunda cosa es que Jesucristo vino a este mundo para purificar tus pecados. Él se hizo hombre, murió en la cruz y resucitó, así pagando tu pecado.

La tercera cosa que tienes que entender es que, para poder recibir el perdón, tienes que arrepentirte de tu pecado y confiar en Jesús. Si nunca has hecho esto y lo quieres hacer hoy, ora para invitar a Cristo a salvarte. Él lo hará.

Los cristianos estamos llamados a caminar en victoria con la ayuda del Señor Jesucristo. Él nos guía, ayuda y fortalece para seguir adelante, por encima de las circunstancias. Cuando llega el desánimo, Él nos anima; si nos asalta la incertidumbre, nos llena de seguridad, y si el cansancio toca a nuestra puerta, Él nos fortalece. ¡Usted puede dar pasos firmes hacia la victoria caminando de la mano del Señor Jesucristo!. Bendiciones.


Ciudadanos del Reino de los cielos°



Filipenses 3:20-21 (RVR1960) Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.

Según las escrituras, todos los que somos de Cristo Jesús, somos ciudadanos del reino de Dios. No es algo que hemos elegido, sino que en la sabiduría de Dios, el cambio de ciudadanía es un resultado de nuestra conversión (Colosenses 1:13 el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo y Filipenses 3:20 Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo).

Esto quiere decir que somos extranjeros, o como dice Pedro, extranjeros y peregrinos (1 Pedro 2:11. Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma). Somos parecidos a los que el autor de la carta a los Hebreos describe como “…andan en busca de una patria… deseaban una patria mejor…” (Hebreos 11:14-16. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad).

Porque este mundo no es el reino de Dios. Peor, aún está bajo la autoridad de un usurpador (Juan 12:31. Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera, Juan 14:30. No hablaré ya mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí). Vendrá el día cuando nuestro Dios pondrá todas las cosas en orden, y someterá este mundo bajo la autoridad de su Hijo. Pero mientras tanto, estamos en el extranjero.

Un “extranjero” es simplemente uno que no es del lugar. Y la palabra traducida “peregrino” significa vivir en un lugar extraño, lejos de su propia gente. Puede ser que el extranjero esté bien adaptado a la tierra donde vive, a tal punto que la gente no se da cuenta que es extranjero. Pero lo es. Su ciudadanía verdadera es otra.

¿Qué decimos de nosotros, entonces? Pedro dice que somos extranjeros, pero… creo que la mayoría nos engañamos. Vivimos tal cual todos nuestros vecinos. Pensamos en nuestra participación en el reino como algo “tal vez… en el futuro”. Realmente, la única diferencia entre la mayoría de nosotros y los demás es que somos algo más “religiosos”. La pregunta es, entonces, ¿cómo llevar una vida que sea representativa del reino? Pedro en su primera carta sugiere dos pautas:

Primero, en 1 Pedro 1.15-17 dice que debemos vivir una vida santa durante toda nuestra peregrinación. Es decir, que debemos ser honestos, aun cuando nadie se dé cuenta. Si la cajera te da cambio de más, ¿qué haces? ¿Lo devuelves, o lo metes en el bolsillo? Debemos trabajar bien, aun cuando el patrón no esté mirándonos (Colosenses3:22. Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios). Debemos decir la verdad, aun cuando no haya posibilidad de que nos descubran en una “mentira piadosa”. Porque si no vivimos así, ¿qué diferencia hay entre nosotros y los “paganos”?

Es que la persona santa vive a la sombra del Altísimo. Vive consciente de la presencia del Espíritu Santo en su vida, y teme ofenderlo de alguna manera. El extranjero nunca se olvida de su verdadera patria y de su soberano. Siente profundamente que ésta no es su tierra, y como consecuencia, se purifica a sí mismo. Dios no nos promete la santidad como un premio para el futuro; la exige ahora.

Luego, 1 Pedro 2:11-12 sugiere que debemos ser ejemplos. Somos el primer contacto que la mayoría de la gente tiene con el reino de Dios. Deben ver dibujados en nuestro estilo de vida imágenes de nuestra verdadera patria, y no reflexiones de ellos mismos. Lamentablemente, a veces dicen “si ese es evangélico, no me interesa”. Existen modelos, pero no son comunes. Son esas personas que disminuyen su nivel de vida más bajo de lo que pueden, para así invertir dinero en los proyectos de Dios. Apagan la TV para dedicar tiempo a la Biblia y a otras personas. Utilizan sus posesiones al servicio de otros. Son… diferentes, porque son extranjeros y peregrinos en obediencia a Dios.

La sociedad se ha dividido en países desarrollados y países en vías de desarrollo, donde parece que unos son más inteligentes que otros, pero nosotros debemos comprender que somos ciudadanos del “Tercer Cielo”. Cuando usted recibió a Cristo, obtuvo su ciudadanía en el “Tercer Cielo”, y el precio de esta ciudadanía, fue comprado por Cristo en la Cruz. La muerte de Cristo produjo dos efectos: La salvación de su alma y la ciudadanía más allá del sol. Consideremos la responsabilidad y los beneficios de ser ciudadanos del “Tercer Cielo”.

Los cristianos tendrían que vivir de tal forma que fuera imposible compararlos con los que son del mundo. La comparación tendría que ser por contraste. No tendría que haber una gradación en escala; el creyente tendría que ser lo contrario de modo directo y manifiesto al no regenerado. La vida de un santo debería ser toda de arriba, e incomparable con la de un pecador. Deberíamos obligar a nuestros críticos no a confesar que las personas morales son buenas, y que los cristianos son un poco mejor; sino que el mundo es oscuridad y nosotros manifestamos la luz; y mientras el mundo está en manos del maligno, debería ser evidente que nosotros somos de Dios y vencemos las tentaciones del maligno.

Tan separados como los polos, como la vida y la muerte, la luz y la oscuridad, la salud y la enfermedad, la pureza y el pecado, lo espiritual y lo carnal, lo divino y lo sensual. Si fuéramos lo que profesamos ser, deberíamos ser tan distintos del mundo como lo blanco de lo negro, o una oveja de un lobo. 

Tendría que haber tanta diferencia entre el mundano y el cristiano como entre el cielo y el infierno, como entre la destrucción y la vida eterna. Tal como esperamos que al fin habrá una gran sima que nos separará de la condenación de los impenitentes, debería haber un ancho abismo entre nosotros y los impíos. La pureza de nuestro carácter debería ser tal que los hombres se dieran cuenta que pertenecemos a otra raza superior. Dios nos conceda, más y más, el ser claramente una generación escogida, un real sacerdocio, una nación santa, un pueblo peculiar, que mostremos las alabanzas de Aquel que nos ha llamado de las tinieblas a su luz admirable. Por la honrosa ciudadanía que nos ha sido concedida, os rogamos que vuestra conducta sea celestial, y usaremos como argumento prevaleciente el que el Señor Jesucristo viene, y por tanto debemos ser como hombres que esperan la llega da de su Señor, haciendo servicio diligentemente para Él, para que cuando venga pueda decirnos: “Siervo bueno y fiel”. Sé que la gracia que está en vosotros contestará en abundancia este ruego.

Lo mismo los cristianos aquí; están contentos con dejar muchas cuestiones a un lado; como hombres tienen que amar la libertad, y no estar dispuestos a perderla incluso en un sentido inferior; pero esencialmente sus intereses son espirituales, y como ciudadanos procuran en favor de los intereses de la república divina a la cual pertenecen, y esperan el momento en que habiendo sobrellevado las leyes del país en su destierro, pasarán bajo la soberanía de Aquel que reina en la gloria, el Rey de reyes, y el Señor de señores. Si es posible, en tanto que depende de nosotros, hemos de procurar vivir apaciblemente con todos los hombres, y servir en nuestro día y generación, pero no edificando una morada para nuestra alma aquí, porque esta tierra ha de ser destruida cuando venga aquel día de fuego. 

Si en verdad eres cristiano, nunca debes codiciar la estima del mundo; el amor de este mundo no es compatible con el amor de Dios. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. 1 de Juan 2:15. El hombre de este mundo se desespera para ser elevado a los sitios de honor, pero nosotros somos peregrinos aquí, ciudadanos de otro país. 

¿Qué significa ser ciudadanos del cielo? Primero, significa que estamos bajo el gobierno del cielo. Cristo es el rey del cielo y reina en nuestros corazones; las leyes de la gloria son las leyes de nuestra conciencia; nuestra oración diaria es: Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Mateo 6:10. Los decretos proclamados desde el trono de la gloria son recibidos por nosotros como decretos del Gran Rey y obedecidos alegremente. No estamos sin ley. El Espíritu de Dios rige en nuestros cuerpos mortales, la gracia reina a través de la justicia, y llevamos el yugo fácil de Jesús.

Como ciudadanos de la Nueva Jerusalén, compartimos los honores del cielo. La gloria que pertenece a los santos beatificados nos pertenece, porque ya somos hijos de Dios, ya somos príncipes de sangre real; ya llevamos. la vestidura inmaculada de la justicia de Jesús; ya tenemos ángeles como servidores, santos como compañeros, Cristo como hermano, Dios como Padre, y una corona de inmortalidad como recompensa. Compartirnos los honores de la ciudadanía, porque hemos llegado a ser parte de los redimidos por la sangre del Cordero, cuyos nombres están escritos en el cielo. Amados, ahora somos hijos de Dios, y todavía no aparece lo que hemos de ser; pero sabemos que, cuando Él venga, seremos como Él es; porque le veremos como Él es. 1 Juan 3:2.

Como ciudadanos tenemos derechos comunes en toda la propiedad del cielo. Aquellas llanuras extensas de que cantamos son nuestras; nuestras las arpas de oro y las coronas de gloria, nuestras las puertas de perlas y los muros de crisolito; nuestro el azul del cielo de la ciudad que no necesita luz alguna del sol; nuestro el río del agua de vida, y las doce clases de frutos de los árboles plantados a la orilla del mismo; no hay nada en el cielo que no nos pertenezca, porque nuestra ciudadanía está allí. 1 Corintios 3:22-23. Sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.

Nos gozamos también de que, como resultado de ser ciudadanos, o mejor aún, como causa de ello, nuestros nombres están escritos en las listas del cielo. Cuando al fin se pasará lista, nuestros nombres serán leídos; porque donde está Pablo y donde está Pedro, donde están David y Jonatán, Abraham y Jacob, allí estaremos nosotros; fuimos nombrados con ellos en el propósito divino, contados con ellos en la compra en la cruz, y con ellos nos sentaremos para siempre en las mesas de los bienaventurados. Pequeños y grandes son conciudadanos y pertenecen a la misma familia. Los niños y los adultos todos están registrados, y ni la muerte ni el infierno pueden borrar nombre alguno.

En el cielo son obedientes, y lo mismo debemos serlo nosotros, siguiendo las más leves indicaciones de la voluntad divina. En el cielo son activos, y lo mismo nosotros debemos, día y noche, alabar y servir a Dios. En el cielo son apacibles, y lo mismo debemos hallar descanso en Cristo y estar en paz incluso ahora. En el cielo se gozan contemplando la faz de Cristo, y lo mismo nosotros debernos siempre meditar en Él estudiando su hermosura, y deseando contemplar las verdades que Él nos ha enseñado. En el cielo están llenos de amor, y lo mismo nosotros, que, aunque somos muchos, somos un cuerpo, y cada uno miembro de los otros.

Delante del trono están libres de envidia y de pugnas, celos, emulación, mala voluntad, falsedad, ira; lo mismo deberíamos estar nosotros. 

No conozco el futuro ni pretendo saberlo. Predico, sin embargo, que Cristo va a venir porque lo encuentro en cien pasajes. Las Epístolas de Pablo están llenas del advenimiento, y lo mismo las de Pedro y las de Juan. Creo que la Iglesia haría bien si viviera siempre como si Cristo tuviera que venir en el día de hoy. Estoy convencido que lo mejor es que vivamos como si tuviera que venir hoy, ahora, y que la Iglesia obre como si su Señor estuviera a la vista, velando y orando. 

Pero no todos nos reuniremos en la gloria; no todos, a menos que os arrepintáis. Algunos de vosotros vais con certeza a perecer, a menos que creáis en Cristo. ¿Por qué hemos de dividirnos? ¿Por qué no hemos de estar todos en el cielo? «Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo.» «El que cree y es bautizado será salvo, pero el que no cree ya es condenado.» Confía en Cristo, pecador, y el cielo es tuyo y mío, y estamos seguros para siempre. Amén.

Dentro de esta jornada debemos cuidarnos de las cosas que nos quisieran desviar y distraernos de nuestro caminar con Dios. En ocasiones vendrán cosas a nuestras vidas que demandarán nuestro tiempo y atención. Algunas de estas cosas serán con el propósito de envolvernos más en las cosas terrenales, cosas de este mundo, cosas que apetecen más la carne y sus deseos. El apóstol Pedro en esta ocasión nos recuerda la importancia de abstenernos de estos deseos lujuriosos y pecaminosos que intentaran vencernos y llevarnos cautivos para hacer el mal.

Nosotros en esta mañana debemos orar que el Señor nos ayude a que logremos abstenernos que estos deseos carnales que batallan contra nuestra alma. Es por esta razón que es de suma importancia nuestro tiempo de oración y devoción que tenemos diariamente. La cantidad de tiempo que nos pasemos con el Señor en oración y devoción determinara el poder que tendremos para vencer la batalla que enfrentamos todos los días. Nunca cometamos el error de pensar por un momento que podremos abstenernos y poner frenos a nuestra carnalidad en nuestras propias fuerzas humanas. Es solo por medio del poder del Espíritu Santo que nos fortaleza para pelear las batallas que enfrentamos. Como lo declara Gálatas 5:16. “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.”

Santiago 4:1 (RVR60) ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?

Gálatas 5:16 (RVR60) 16 Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.

Gálatas 5:17 (RVR60) Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.

Romanos 7:23 (RVR60) Pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.

Gálatas 5:24 (RVR60) Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.

Efesios 2:19 (RVR60) Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios,

Hebreos 11:13 (RVR60) Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.

1 Pedro 1:17 (RVR60) Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación.

Hablamos también acerca de la necesidad de someternos al trato directo de Dios, a la ministración directa del espíritu en nuestras vidas, al hablar de Dios, al trato profundo de Dios en nosotros, a no cerrarle puertas, no tener compartimentos secretos para Dios, no tener cajas fuertes donde solo nosotros tengamos la llave. Dios requiere total acceso a todas las áreas de nuestro ser y solo cuando nosotros hemos llegado a ese punto de someternos completamente a Dios sin barreras, abandonarnos completamente al amor y a la ministración y al trato, y a la disciplina de Dios, solamente cuando el Espíritu Santo distingue y discierne que en nosotros se ha quebrado toda resistencia y todo orgullo, y toda distancia podemos verdaderamente prosperar y crecer en los caminos del Evangelio. Bendiciones.


(Tomado del libro «Sermones sobre la Segunda Venida. C. H. Spurgeon »)

Colaboradores de Dios en su obra°



La tarea de los ministros está específicamente orientada a plantar la semilla del evangelio y regarla o nutrirla con el agua de la palabra. Esta palabra a su vez funciona como abono o vitamina que nutre y fortalece la semilla.
¿Qué, pues, es Pablo, y que es Apólos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo plante, Apólos regó; Pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; Aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. 1 Corintios 3:5-9.    
Desde que inició su ministerio, Jesús, busco personas que continuaran predicando el evangelio después que él regresara a los cielos. Pablo fue llamado a predicar el evangelio por todas partes, fue así como fundo la iglesia en Corinto. Uno es el que planta la semilla del evangelio en el corazón de las personas y otro es el que riega o alimenta aquella semilla, pero muchas veces nos olvidamos que quien da el crecimiento es Dios y solo Dios.


                            
 
La historia de Pablo no es una más, pues brilla por la gracia de Dios, pero, al igual que la de cada uno de nosotros, podemos establecer un punto de partida personal. Es más, es Dios mismo quien llama a cada uno en un punto de su vida para servirle con un objetivo específico, y es también Dios quien nos capacita y nos da el don o los dones que vamos a necesitar. Pero antes es necesario que comprendamos cómo funcionamos y cómo repercute lo que hacemos en cada una de nuestras partes del ser, y en el orden que aparecen: el espíritu, el alma y el cuerpo.
No importa cuánto nos esforcemos por hacer crecer espiritualmente a los hermanos, el que da el crecimiento es Dios y nosotros somos sus trabajadores. "Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento." (1 Corintios 3:7) "Después subió al monte, y llamo así a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar,"(Marcos 3:13-14)
Cuando Jesús eligió a los doce apóstoles, escogió un grupo con diferentes oficios, con diferentes pasados y diferentes cualidades, pero con un solo propósito, el de predicar el evangelio. El Señor nos llama a trabajar en su obra él nos usa de acuerdo al don que él nos dio; dice la palabra que constituyo a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros; y dice que lo hizo para perfeccionar a los santos, para la edificación del cuerpo de Cristo. (Efesios 4:11-12). Entonces quiere decir que uno siembra la semilla y otro será el que dé el cuidado y el seguimiento, o sea que Dios nos tiene con un propósito definido en su obra.
Debemos estar seguros que estas personas que son discípuladas, reciban la leche espiritual no adulterada, deben recibir una doctrina sana en donde el fundamento es Cristo. "Conforme a la gracia de Dios, queme ha sido dad, yo como perito arquitecto puse el fundamento y otro edifica encima; pero cada uno mira cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo." (1 Corintios 3:10-11)
El crecimiento de la obra del Señor depende específicamente de Dios y no de la estatura espiritual de sus siervos. La iglesia de Corinto hubiera crecido igual si Dios hubiera llamado a otros siervos. Sus siervos somos compañeros al servicio de Dios. Dios provee los medios: materia prima, equipo y herramientas, capacitación y enseñanza son provistos por El. Dios es el que indica los tiempos de cada fase en la edificación de la iglesia y los transmite a sus siervos a través de Su Espíritu Santo.
Los miembros somos los únicos que pueden estancar y atrasar el crecimiento: nadie más ni aun el enemigo lo puede frenar. Sin embargo, el comportamiento carnal de los miembros si lo puede frenar. Este comportamiento carnal puede evitar que las nuevas fases de la edificación se tengan que posponer.
Pablo venia listo para la siguiente fase: Él estaba ya listo y preparado para el nuevo paso que Dios le había marcado, sin embargo, el mal comportamiento de la iglesia se lo impidió.  1 Corintios 3:1. Así que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, no alimento sólido, porque todavía no podíais recibirlo. En verdad, ni aun ahora podéis, porque todavía sois carnales. Pues habiendo celos y contiendas entre vosotros, ¿no sois carnales y andáis como hombres?
Los grandes ministros no hacen diferencia, sino es el pueblo quien determina su edificación. Vea que siervos de la talla de Pablo y Apolos no pudieron hacer crecer a la iglesia en ese determinado momento pues el pueblo no los dejó. Para evitar el atraso es necesario que todo el pueblo crezca. No solo unos cuantos, o no solo el liderazgo. Si nota los líderes de esa congragación estaban más que crecidos sin embargo la obra se había frenado.
La tarea de los ministros está específicamente orientada a plantar la semilla del evangelio y regarla o nutrirla con el agua de la palabra. Esta palabra a su vez funciona como abono o vitamina que nutre y fortalece la semilla.
Cuando Dios decide enviar su luz a nuestra tierra, (nuestro corazón) esta se calienta y enciende la llama de fuego del Espíritu Santo. El Espíritu santo a su vez funciona como una estufa que procesa y cuece todo el alimento espiritual depositado en nosotros que nos llevara a crecer y germinar para Dios. Convierte todo el alimento espiritual en fuente de energía que nos impulsa a crecer para Dios. Podemos notar por la parábola del sembrador en Mateo 13:5, en donde la semilla cae en lugares pedregosos y germina más rápidamente, ya que la tierra es poco profunda y absorbe más el calor del sol; sin embargo, esa misma falta de profundidad le impide echar raíces firmes.
Veamos ahora este ejemplo árboles sequoia: El alto crecimiento de estos árboles hace que los nuevos árboles busquen crecer de igual manera. La manera como lo logran es que su guía los impulsa a buscar la luz del sol que les está dando a los más altos. Cuando la luz irradia en ellos, la energía que tienen dentro es encendida provocando con esto que el alimento interno sea procesado y ese inicie así el crecimiento automático de los nuevos árboles.
El Espíritu Santo, quien es nuestro ayudador, nuestro consolador, nuestro maestro y nuestro guía, nos impulsa a no quedarnos en las sombras del evangelio sino a buscar la luz de Dios para de esa manera crecer espiritualmente y poder brillar para que otros vean la luz de Cristo a través de nuestras vidas. La intención de Dios siempre ha sido darnos crecimiento, y acercarnos más a su reino, sin embargo, esto será difícil y tardado si nosotros nos ocupamos más en servir a la carne que a su espíritu.

Ministros colaboradores de Dios: Como ve, Dios nos da a sus ministros, la semilla para plantar. Esa semilla es la palabra de Dios, y el agua que riega es la enseñanza de la doctrina. Todos tenemos semilla y todos vamos al campo a regarla y sembrarla. Todos somos una misma cosa delante de sus ojos. No tiene nada que ver que tantos años tengamos de plantarla y regarla, como para considerarnos mejores o peores que otros. Todos somos la misma cosa.
Dios es el que recompensa: Él tiene apuntado en el libro de las obras nuestra labor en la tierra y pagará acorde a nuestro trabajo. Esa recompensa no está determinada por nadie acá en la tierra sino únicamente por Dios. Él es remunerador de los que se acercan y trabajan con El. Y sabe dar a cada quien el salario justo. Nadie puede venir a reclamarle por qué le estás pagando tanto a este si acaba de empezar, y le estas dando lo mismo a aquel otro que tiene años de estar trabajando. La recompensa del trabajo de sus ministros descansa únicamente en sus manos. Colaboramos únicamente cargando la semilla, poniéndola donde Dios indica y luego de plantada nos ocupamos de regarla.
El colaborador debe caminar al paso de Dios: El colaborador de Dios debe aprender a sincronizarse con el paso de Dios. Debe estar atento a su voz y trabajar a la velocidad y al tiempo que Dios determine.
El error del ministro: En la siembra y en la edificación de Dios, el ministro no puede quedarse estancado en una sola fase de la obra. No solo se trata de plantar todo el tiempo, sino también debe dedicarse a regar. Tampoco puede dedicarse a sacar fruto todo el tiempo, pues la tierra necesita descanso. Isaías 28:11-12. En verdad, con tartamudez de labios y en lengua extranjera, El hablará a este pueblo, al cual había dicho: Aquí hay reposo, dad reposo al cansado; y aquí hay descanso. Pero no quisieron escuchar.
La consecuencia de esto trajo desequilibrio, tropiezo, trastorno, confusión de ideas y alucinaciones al pueblo de Israel y su sacerdocio. También trajo confusión y vacilación a la hora de recibir la visión. La prueba de esto está en Isaías 28:7-8. También estos se tambalean por el vino y dan traspiés por el licor: el sacerdote y el profeta por el licor se tambalean, están ofuscados por el vino, por el licor dan traspiés; vacilan en sus visiones, titubean al pronunciar juicio. Porque todas las mesas están llenas de vómito asqueroso, sin un solo lugar limpio. Tanto el pueblo como el ministro debemos estar dispuestos a movernos a la siguiente fase que Dios haya determinado para nosotros. Recordemos que Las aguas estancadas provocan malos olores.
Dios es el máximo conocedor de su plantío: Sabe exactamente dónde y cuándo plantó su semilla. También tiene los nombres de quienes le están colaborando en ese lugar, y sabe la cantidad de fruto que va a cosechar. Dios no es un inversionista cualquiera que ni siquiera conoce el lugar donde está invirtiendo sus riquezas y que solo espera que le llegue su cheque de ganancias. Tan cuidadoso y correcto es Dios que visita a aun los lugares más lejanos donde ha plantado su semilla. Nos visitó a nosotros aquí en la tierra, que éramos lo vil y despreciado del universo.
Dios tiene buen cuidado de su inversión y del proceso de su producto Isaías 28:23-26.  Escuchad y oíd mi voz, prestad atención y oíd mis palabras ¿Acaso para sembrar se pasa arando el labrador todo el día, abriendo y rastrillando su tierra? ¿No allana su superficie y siembra eneldo y esparce comino, y siembra trigo en hileras, cebada en su debido lugar, y centeno dentro de sus límites? Porque su Dios le instruye y le enseña cómo hacerlo.
Si notamos en la siembra no solo incluye sembrar y regar, también incluye labranza. 1 Corintios 3:9. Que ustedes (el pueblo) son la labranza de Dios. Y la labranza es el Cultivo de los campos, la tierra sembrada,  la hacienda de campo o las tierras de labor.
Trabajamos en conjunto y bajo sus órdenes y guía para poderle presentar a usted como un fruto santo de su semilla. Dios se encarga de arar, abrir y rastrillar el corazón del hombre para luego allanarlo y así sembrar su semilla.
El allana nuestro corazón: Derriba toda previa construcción o edificación de pecado y la pone plana. Rellenar nuestro corazón vacío (terreno) hasta que este quedo al nivel del suelo, para luego poder edificar. El venció y supero todas las dificultades e inconvenientes que se nos presentaron en la vida e hizo transitable nuestro camino al cielo ya su reino.
Avena (o centeno): Este grano, lo mismo que la cebada, era menos estimado que el trigo; a veces se sembraba en los bordes de los campos para evitar que la gente, al pasar, arrancara el trigo. Así Dios nos siembra en determinados lugares o congregaciones donde tendrán especial lugar de nosotros (trigo) y donde cuidaran que crezcamos adecuadamente. Estamos en este plantío no por casualidad del destino sino por designio de Dios: Él sabe exactamente donde está usted congregándose, que alimento necesita su alma, a qué horas hay que darle su alimento y como hay que dárselo.
Los métodos de enseñanza y predicación son asignados por Dios a sus colaboradores: Él sabe cómo va a hacerlo crecer a usted. De qué manera hay que darle su alimento. Hay gente que dice o por lo menos piensa ¿Por qué este pastor no predica como el otro? o ¿por qué ese otro no enseña como este? No en todos los hogares se come de la misma manera: En unos lugares se sirve la ensalada primero y luego el platillo fuerte, en otros lugares es al revés. En unos lugares la gente está acostumbrada a comer postre en otros no se acostumbra.
¿Cómo está usted acostumbrado a comer de la palabra de Dios? ¿Le gusta la comida de casa? ¿Le llena, le sustenta? Si lo hace entonces esta es su casa y si no lo hace entonces usted necesita pedirle al Señor que lo lleve al  lugar necesario donde habrá otro colaborador que le dará el alimento que lo satisfaga y que lo hará crecer sanamente para Dios. Lo importante es que usted crezca y de fruto para Dios
Pero los que estamos acá, dejemos que Dios nos haga crecer, no nos dejemos dominar por la carne sino más bien obedezcamos a su Espíritu Santo y seamos flexibles y dóciles para poner por obra su palabra.
En pos de Jehová vuestro Dios andaréis; a él temeréis, guardaréis sus mandamientos y escuchareis su voz, a él serviréis, y a él seguiréis. Deuteronomio 13:4.
Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. Mateo 6:24.
Entonces Jesús le dijo: Vete Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás. Mateo 4:10.
Solamente que con diligencia cuidéis de cumplir el mandamiento y la ley que Moisés siervo de Jehová os ordenó; que améis a Jehová vuestro Dios, y andéis en todos sus caminos; que guardéis sus mandamientos, y le sigáis a él, y le sirváis de todo vuestro corazón y de toda vuestra alma. Josué 22:5.
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Romanos 12:1-2.
Amaos los unos a los otros, con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en el espíritu, sirviendo al Señor. Romanos 12:10-11.
Compartiendo para las necesidades, de los santos; practicando la hospitalidad. Romanos 12:13.
Mas a Jehová vuestro Dios serviréis, y él bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti. No habrá mujer que aborte, ni estéril en tu tierra; y yo completaré el número de tus días. Éxodo 23:25-26.
Ahora, pues, Israel, ¿Que pide Jehová tu dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma. Deuteronomio 10:12.
Si obedeciereis cuidadosamente a mis mandamientos que yo os prescribo hoy, amando a Jehová vuestro Dios, y sirviéndole con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma, Yo daré la lluvia de vuestra tierra a su tiempo, la temprana y la tardía; y recogerás tu grano, tu vino y tu aceite. Daré también hierba en tu campo para tus ganados; y comerás, y te saciarás. Deuteronomio 11:13-15.
Guardaos, pues que vuestro corazón no se infatúe, y os apartéis y sirváis a dioses ajenos, y os inclinéis a ellos. Deuteronomio 11:16.
Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová. Josué 24:15.
No os apartéis en pos de vanidades que no aprovechan ni libran, porque son vanidades. Pues Jehová no desamparará a su pueblo, por su grande nombre; porque Jehová ha querido haceros pueblo suyo. 1 Samuel 12:21-22.
Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con corazón perfecto y con ánimo voluntario; porque Jehová escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos. Si tú le buscares, lo hallaras; mas si lo dejares, él te desechará para siempre. 1 Crónicas 28:9.
Sea, pues, perfecto vuestro corazón para con Jehová nuestro Dios, andando en sus estatutos, y guardando sus mandamientos, como en el día de hoy. 1 Reyes 8:61.
Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el del régimen viejo de la letra. Romanos 7:6.
Preparándonos para el servicio...Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 1Tesalonicenses 5:23.
Sabemos que nuestro objetivo como cristianos es la Gran Comisión encomendada por nuestro Señor Jesucristo, para que vayamos y hagamos discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que nos manda el Señor, porque he aquí que Él está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Confiados, pues, en que Él tiene toda potestad en el Cielo como en la tierra, vayamos con ánimo pronto y urgente porque a nuestro alrededor muchos no conocen al Señor, quien está con nosotros, pues ésta es la mejor causa, la mayor misión contenida en la Biblia en Mateo 28:16-20.
Sabiendo que nuestro objetivo como Iglesia es ir al mundo a ganar almas para el Reino de Dios mediante la predicación del Evangelio, salgamos pues a evangelizar y conquistar vidas para Dios, siguiendo las estrategias, las revelaciones y las señales de Dios. Usemos los medios de comunicación, la oración, el ayuno y todos los proyectos que cada iglesia Bíblica y evangelizadora proyecte para la participación de sus miembros, lo cual se ve reflejado en la conquista de la tierra prometida cuando Josué lideró al pueblo de Dios.
Para ello, primero tenemos que conquistar nuestra propia vida, o mejor dicho, dejarnos conquistar por Dios. Nuestra vida tiene tres campos de batalla: el espíritu, el alma y el cuerpo; y estos tres pueden convertirse en nuestras herramientas y vehículos de transporte para la conquista espiritual de la mano del Espíritu Santo. Para que estos tres componentes no sean un obstáculo, podemos aprender a comprendernos en cuanto a la estructura con la que nuestro Padre y Creador nos ha diseñado y compuesto de modo que no sean otros los que nos dominen, física, sentimental y espiritualmente, y estemos libres para servir a Dios eficazmente. Solo de esta forma podremos comprender a los demás y servirles con paciencia y esperanza en el Evangelio del Reino de Dios.
Nuestro espíritu ha de nacer de nuevo del Espíritu de Dios, el alma es el objetivo de la salvación de Dios y centro de nuestros sentimientos, emociones y pensamientos de la mente, y el cuerpo ha de ser Templo del Espíritu Santo.
Con este breve planteamiento de funcionamiento de la vida interior del cristiano, allí donde se produce la salvación de Dios, somos conscientes de cuán importante es el llamado a la santidad, un concepto que muchos piensan que es algo limitado a algunas personas, pero se trata, más bien, de una cualidad que da Dios a todo el que llama hijo, un don del Espíritu, la fuerza de voluntad que procede de Dios para la vida espiritual que va de la mano del Dios vivo, la cual se convierte en plataforma de otra vida, la vida exterior del cristiano, la que produce los frutos del Espíritu. La primera vida es para uno mismo con Dios, la segunda vida es para el prójimo con Dios. 
Una vez hemos comprendido cómo funcionamos, es fácil entender que bajo el Espíritu de Dios podremos colaborar con Dios en trabajarnos a nosotros mismos. Sólo de esta forma podremos tener una relación personal con Dios más profunda y espiritual, y también podremos acometer nuestra misión personal, el llamamiento individual de nuestra vida, en el servicio a Dios y a la Iglesia de Jesucristo por medio de un cambio de carácter que solo Dios puede realizar en nosotros y que revelará a nuestro espíritu, lo que la Escritura llama la unción y el bautismo de fuego. Bendiciones.