Nuestro deseo es que cada uno de los mensajes, así como cada uno de los ministerios y recursos enlazados, pueda ayudar como una herramienta al crecimiento, edificación y fortaleza de cada creyente dentro de la iglesia de Jesucristo en las naciones y ser un práctico instrumento dentro de los planes y propósitos de Dios para la humanidad. Cada mensaje tiene el propósito de dejar una enseñanza basada en la doctrina bíblica, de dar una voz de aliento, de edificar las vidas; además de que pueda ser adaptado por quien desee para enseñanzas en células o grupos de enseñanza evangelísticos, escuela dominical, en evangelismo personal, en consejería o en reuniones y servicios de iglesias.

El Alfarero: Disciplinados y formados por nuestro Padre Celestial°


En la iglesia se habla del poder de Dios, de victorias, de guerras espirituales y que somos más que vencedores, pero muy poco se nos habla para preparamos para cuando vengan esos momentos. Cuando oramos por una sanidad y no llega, creemos que Dios nos ha abandonado, se muere alguien por el que estuvimos orando muchos años, y decimos ¿Qué paso?, ¿Dónde está Dios?, hay que saber que eso es parte de la vida y que Dios puede tomar todas esas situaciones para bien nuestro. La prueba es para prepararnos y ser más fuertes, mejores, para revelar el carácter de Cristo: La disciplina nos prepara para producir frutos para vida eterna, la disciplina  corrige al que es recibido por hijo, la disciplina es para forjar en hombres y mujeres que expresen el carácter de Jesucristo en su forma de vida.

Hebreos 12:4-11. RVR60. Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado; y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.


Detrás de cada hecho que nos sucede, y detrás de cada circunstancia que nos rodea, está la mano de Dios que, amorosamente, nos disciplina para que alcancemos la madurez. El apóstol dijo a los hebreos que, aunque habían sufrido mucho y pasado muchas pruebas y persecuciones en su lucha contra el pecado, todavía no habían resistido hasta derramar sangre. A este respecto, se quedaron cortos de lo que sufrió nuestro Señor (Hebreos 12:2. RVR60. Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios). 

Todo campeón de algún deporte, practica la disciplina. De hecho, casi sin excepción, los ganadores son exitosos por causa de la disciplina, la que les da origen a los hábitos exitosos. No sólo la disciplina afila la mente y pone el cuerpo en condiciones, sino que produce también un efecto que es la seguridad en la victoria y en la obtención de los logros y metas. Como un niño que recibe disciplina de sus padres, se siente seguro en su amor, así la persona que recibe la disciplina divina tiene confianza que le van a suceder cosas buenas y no malas.

Lo que los creyentes sufren no puede nunca compararse con lo que el Señor sufrió. ¿Qué debe esperar una persona después de ser salva? No hemos de dar una esperanza indebida a los hermanos. Les deberíamos enseñar que van a encontrar muchos problemas en el futuro, pero el propósito y el designio de Dios están detrás de todo ello. En Hebreos 12:5-6, el apóstol cita Proverbios 3, y dice que si el Señor nos disciplina, no debemos menospreciar esa disciplina como algo sin importancia, y que si el Señor nos reprende, no debemos desmayar.

Algunos consideran triviales las dificultades, los sufrimientos y la disciplina que Dios les manda, de modo que pasa inadvertida para ellos. Otros desmayan cuando el Señor los reprende y los tiene en sus manos. Piensan que ya han sufrido demasiado en medio de sus circunstancias, y que la vida cristiana es muy difícil. Desmayan y tambalean ante las dificultades que encuentran en el camino. Ambas actitudes son incorrectas.

Muchos hijos de Dios han sido salvos durante años, sin embargo, no ven el propósito que Dios tiene al castigarlos. Pasan ciegamente por sus experiencias. No se preguntan acerca de lo que atraviesan hoy, y lo dejan pasar inadvertidamente. Por una parte, entonces, no debemos menospreciar la disciplina; por otra, no debemos hacer demasiado escándalo al respecto. Debemos aprender a aceptar la disciplina del Señor y comprender que la disciplina que nos inflige y el oprobio que llevamos siempre tienen un propósito.

Santiago 1:12-14. RVR60. Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.

Ningún padre disciplina al hijo de otro; a ningún padre le preocupa si el hijo del vecino es buen hijo o un mal hijo, pero sí disciplina específicamente a sus propios hijos. El padre tiene un plan definido al disciplinar a su hijo y lo moldea para que desarrolle cierto carácter. Del mismo modo, desde el día en que fuimos salvos, Dios ha estado operando en nosotros según un plan definido. Él desea que aprendamos ciertas lecciones a fin de que seamos conformados a su naturaleza y que seamos como Él. Su meta es hacernos cierta clase de personas. Nuestros padres carnales nos disciplinaban y los respetábamos. Reconocíamos que la disciplina era correcta y la aceptábamos. ¿No es mucho mejor someternos al Padre de los espíritus y vivir? Esto nos muestra que la filiación nos conduce a la disciplina, y ésta produce sumisión.

Nos sujetamos a Dios en dos asuntos: en sus mandamientos (los preceptos que constan en la Biblia), y en su corrección, es decir, lo que Dios hace en nuestras circunstancias. En muchas ocasiones, es suficiente obedecer la palabra de Dios. Pero hay casos en los que también tenemos que sujetarnos a la disciplina de Dios. Él ha dispuesto muchas cosas en nuestro ambiente, y nosotros debemos aprender las lecciones que ellas nos ofrecen. Debemos estar conscientes de la clase de personas que somos a los ojos de Dios. Somos rebeldes y obstinados por naturaleza. Somos como niños traviesos, que no obedecen a menos que el padre tenga una vara en la mano. Sólo prestamos atención cuando se nos castiga. Si no se nos azota, seguimos orondos. Por esta razón, la disciplina es absolutamente necesaria. Deberíamos conocernos a nosotros mismos; no somos tan simples como pensamos. El apóstol nos mostró que el fin del castigo es hacernos humildes y obedientes. Estas son virtudes indispensables.

Con frecuencia, los padres disciplinan a sus hijos de manera indebida, pero la disciplina de Dios no es motivada por el enojo a modo de retribución: tiene un carácter constructivo, y su objetivo es nuestro beneficio. ¿Qué beneficio obtenemos de esta disciplina? Dios nos disciplina con el propósito de que participemos de su santidad, su naturaleza y su carácter. La Biblia habla de diferentes clases de santidad. Que Cristo sea nuestra santidad, es una cosa, pero que nosotros seamos santificados en Él, es otra. La santidad de la que habla aquí se forja en nosotros; no es un don que recibamos repentinamente, y se relaciona con nuestra constitución. La santidad que se menciona aquí es forjada en nosotros por medio de la disciplina, de azotes y de la obra diaria que Dios realiza en nuestro interior. Si permanecemos bajo la disciplina de Dios, conoceremos gradualmente lo que es santidad. Si permanecemos en ella hasta el final, seremos santos en todo nuestro carácter.

Proverbios 3:1-8. La confianza en el Señor. Nueva Traducción Viviente (NTV). Hijo mío, nunca olvides las cosas que te he enseñado; guarda mis mandatos en tu corazón. Si así lo haces, vivirás muchos años, y tu vida te dará satisfacción. ¡Nunca permitas que la lealtad ni la bondad te abandonen! Átalas alrededor de tu cuello como un recordatorio. Escríbelas en lo profundo de tu corazón. Entonces tendrás tanto el favor de Dios como el de la gente, y lograrás una buena reputación.

Confía en el Señor con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento. Busca su voluntad en todo lo que hagas, y él te mostrará cuál camino tomar. No te dejes impresionar por tu propia sabiduría. En cambio, teme al Señor y aléjate del mal. Entonces dará salud a tu cuerpo y fortaleza a tus huesos.

Honra al Señor con tus riquezas y con lo mejor de todo lo que produces. Entonces él llenará tus graneros, y tus tinajas se desbordarán de buen vino. Hijo mío, no rechaces la disciplina del Señor ni te enojes cuando te corrige. Pues el Señor corrige a los que ama, tal como un padre corrige al hijo que es su deleite. Alegre es el que encuentra sabiduría, el que adquiere entendimiento. Pues la sabiduría da más ganancia que la plata y su paga es mejor que el oro.

La sabiduría es más preciosa que los rubíes; nada de lo que desees puede compararse con ella. Con la mano derecha, te ofrece una larga vida; con la izquierda, riquezas y honor. Te guiará por sendas agradables, todos sus caminos dan satisfacción. La sabiduría es un árbol de vida a los que la abrazan; felices son los que se aferran a ella. Con sabiduría el Señor fundó la tierra, con entendimiento creó los cielos. Con su conocimiento se abrieron las fuentes profundas de la tierra e hizo que el rocío se asiente bajo el cielo nocturno.

Hijo mío, no pierdas de vista el sentido común ni el discernimiento. Aférrate a ellos, porque refrescarán tu alma; son como las joyas de un collar. Te mantienen seguro en tu camino, y tus pies no tropezarán. Puedes irte a dormir sin miedo; te acostarás y dormirás profundamente. No hay por qué temer la calamidad repentina ni la destrucción que viene sobre los perversos, porque el Señor es tu seguridad. Él cuidará que tu pie no caiga en una trampa.

No dejes de hacer el bien a todo el que lo merece, cuando esté a tu alcance ayudarlos. Si puedes ayudar a tu prójimo hoy, no le digas: «Vuelve mañana y entonces te ayudaré». No trames hacerle daño a tu vecino, porque los que viven cerca confían en ti. No busques pelea sin motivo, cuando nadie te ha hecho daño. No envidies a las personas violentas, ni imites su conducta. El Señor detesta a esa gente perversa; en cambio, ofrece su amistad a los justos.

El Señor maldice la casa del perverso, pero bendice el hogar de los justos. El Señor se burla de los burlones, pero muestra su bondad a los humildes. Los sabios heredan honra, ¡pero los necios son avergonzados!

¡Necesitamos mucha disciplina para que Dios pueda forjar en nosotros un carácter santo! Ante Dios tenemos una cantidad limitada de años para crecer en la vida cristiana. Si evadimos la disciplina de Dios, o no permitimos que produzca el efecto esperado, nuestra pérdida será, en verdad, una pérdida eterna. Dios no solamente nos imparte su santidad como un don, sino que también desea que participemos de ella por medio de la disciplina que nos aplica. Necesitamos toda clase de reveses, dificultades, ajustes, fracasos, exhortaciones y correcciones para poder participar del carácter santo de Dios. Este es uno de los varios aspectos de la salvación descrita en el Nuevo Testamento. Dios primero nos da algo, y luego forja eso mismo en nosotros. Cuando tenemos ambos aspectos, tenemos la salvación plena. Uno es un don de Cristo, y el otro es lo que forja el Espíritu Santo en nosotros.

Todo hijo de Dios debe darse cuenta de que Dios ha preparado muchas lecciones para Él y ha tomado las medidas necesarias disponiendo las circunstancias, las experiencias y los sufrimientos, con el propósito de producir cierto carácter. Tenemos que reconocer la mano de Dios, la cual nos guía en toda circunstancia. Tan pronto nos salgamos del camino recto, su mano estará sobre nosotros y nos herirá para hacernos volver. Todo hijo de Dios debe estar preparado para aceptar la mano disciplinaria de Dios.

Solamente los cristianos pueden participar de los azotes y la disciplina de Dios. Nosotros recibimos disciplina, no castigo. El castigo es la retribución por nuestros errores, mientras que la disciplina tiene el propósito de educarnos. Somos castigados por haber hecho algo malo y, por ende, corresponde al pasado. La disciplina también se relaciona con nuestros errores, pero se aplica con miras al futuro y tiene un propósito. Puedo decir con confianza que Dios desea que cada uno de sus hijos lo glorifique en ciertas áreas, cada uno de diferente manera. Cada cual tiene su porción en su área específica.

Los hijos de Dios verdaderamente experimentarán una gran pérdida si no entienden la disciplina. Muchas personas durante años llevan vidas llenas de necedad a los ojos de Dios. Les es imposible avanzar. No tienen idea de lo que el Señor desea hacer en ellos. Andan según sus propios deseos y vagan en el desierto, sin restricción y sin rumbo. Dios no actúa de esta manera. Él tiene un propósito en todo lo que hace y actúa con el propósito de moldear un carácter sólido en nosotros para que podamos glorificar su nombre.

El fruto de la disciplina. Hebreos 12:11-13. RVR60. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados. Los que rechazan la gracia de Dios, por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado.

Muchas veces se tiene la impresión de que Dios escarba hasta llegar a las raíces de la persona. Tal vez experimente cómo Dios le desarraiga por medio de los sufrimientos. Quizá sea despojado de todo lo que tiene. Esto es ser vaciado de vasija en vasija. La mano de Dios nos triturará completamente, a fin de sacar nuestro sedimento. No piense que la quietud y la comodidad son buenas. La quietud de Moab hizo que él siguiera siendo Moab para siempre. Debido a que Moab nunca había sido disciplinado por Dios, su sabor permaneció en él y su olor no cambió. Esta es la razón por la cual Dios desea eliminar su sabor y cambiar su olor. Usted tenía cierta clase de sabor y olor antes de creer en el Señor. Es probable que hoy, después de diez años, esté igual. Si es así, Dios no ha forjado ni esculpido nada en usted.

La disciplina de Dios es verdaderamente valiosa. El desea desarraigarnos y verternos de vasija en vasija. Dios nos disciplina de diferentes maneras para que perdamos nuestro olor original y demos fruto apacible.

Jeremías 18:1-6. La señal del alfarero y el barro. RVR60. Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: Levántate y vete a casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras. Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla. Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel.
El hombre debe estar en paz con Dios para que este fruto se produzca. Lo peor que uno puede hacer es murmurar y rebelarse cuando está siendo disciplinado. Uno puede afligirse, pero no debe murmurar ni rebelarse. Si uno tiene el fruto apacible dentro, espontáneamente participará de la santidad de Dios. Espero que ninguno de nosotros sea como Moab. Si nuestro olor sigue siendo el mismo por diez o veinte años, nunca ha producido fruto apacible ante Dios y no se ha forjado en nosotros un carácter santo.

Después de ser disciplinados. Algunas veces parece que la disciplina hace que las manos se detengan y las rodillas se paralicen. Pero aún en estas circunstancias brota el fruto apacible, el fruto de justicia. No piense que cuando una persona sufre mucha opresión y disciplina, no le queda nada por hacer. Después de ser disciplinados y quebrantados, necesitamos levantar las manos caídas y enderezar las rodillas paralizadas. Si una persona está en paz con Dios, tendrá justicia. Tan pronto como se calme y se someta a Dios, todo se acoplará debidamente. 

Al humillarnos, somos constituidos de un carácter santo. Aunque haya soportado muchas pruebas y experimentado muchas penalidades, de todos modos debe levantar las manos caídas y enderezar las rodillas paralizadas. Al mismo tiempo, debemos hacer sendas derechas para nuestros pies. Si un hermano se desvía, tal extravío podría dificultar que otros encuentren la senda derecha. Nosotros debemos producir fruto apacible. Esto no solamente nos mantiene en la senda recta, sino que también abrirá una senda derecha para que otros la sigan.

Salmo 51. RVR60. Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, he hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio. He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre. He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría. Purifícame con hisopo, y seré limpio; Lávame, y seré más blanco que la nieve. Hazme oír gozo y alegría, y se recrearán los huesos que has abatido. Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis maldades.

Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación y espíritu noble me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti. Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación; Cantará mi lengua tu justicia. Señor, abre mis labios, y publicará mi boca tu alabanza. Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; No quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios. Haz bien con tu benevolencia a Sion; Edifica los muros de Jerusalén. Entonces te agradarán los sacrificios de justicia, el holocausto u ofrenda del todo quemada; Entonces ofrecerán becerros sobre tu altar.

La disciplina de Dios nunca debe ser tomada como una señal de su rechazo, sino más bien es una señal clara de que somos sus hijos. La palabra dice: Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí (Mateo 11:39-30), esto no es simplemente una poesía, una expresión bonita o poética, se está refiriendo a ese elemento de la vida cristiana, cuando usted entra a una relación con Cristo, él le pone su yugo, para formar a un hombre, una mujer útil para el evangelio y de bendición para su vida. La gente más feliz en este mundo, son todos aquellos que se dejan disciplinar por Dios. No menosprecie la disciplina del Señor. Bendiciones.

Jesucristo: nuestra justicia delante del Padre Celestial°


Salmo 89:14. RVR60. Justicia y juicio son el cimiento de tu trono; misericordia y verdad van delante de tu rostro.

Muchas veces leemos versículos o frases en la Palabra de Dios que no los entendemos a cabalidad porque la Biblia es tan profunda que toma el Espíritu de Dios para que nos ayude a entender lo que nos quiere decir. En esta ocasión, vamos a meditar en parte, con la ayuda del Espíritu Santo, lo que implica el hecho, que hemos sido hechos justicia de Dios en Cristo.

Mateo 6:33. RVR60. Pero buscad primero su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

Mateo 12:18. RVR60. Mirad, mi siervo, a quien he escogido; mi amado en quien se agrada mi alma; sobre el pondré mi Espíritu, y a las naciones proclamara justicia.

Romanos 3:21-23. La Biblia de las AméricasJustificación por medio de la fe. Pero ahora, aparte de la ley, la justicia de Dios ha sido manifestada, atestiguada por la ley y los profetas; es decir, la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen; porque no hay distinción; por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios.

Romanos 1:17. RVR60. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe; como está escrito: MAS EL JUSTO POR LA FE VIVIRA.

2 Corintios 5:21. RVR60. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él.

1 Corintios 1:30. RVR60. Mas por obra suya estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual se hizo para nosotros sabiduría de Dios, y justificación, y santificación, y redención.

Antes que EL Señor Jesucristo viniera a la tierra, una persona podía tener una relación justa con el Padre Celestial haciendo lo siguiente: Cumplir toda la ley, lo cual era imposible, porque aunque la gente se esforzara a cumplir unos cuantos de esos estatutos, si fallaba o quebrantaba uno solamente, era culpable de quebrantarlos TODOS (Santiago 2:10). No existía una sola persona que pudiera cumplir toda la ley. Además, si quebrantaba una ley, tenía que ofrecer un sacrificio para ser perdonado por haber pecado.

Por lo tanto, para mantener una “relación” con Dios constante, a menudo el pueblo tenía que estar ofreciendo sacrificios a Dios. Ahora, imagínate si Dios no hubiera puesto la provisión del sacrificio desde entonces, cada vez que una persona pecaba, tenía que morir porque esa era la consecuencia de quebrantar la ley, la muerte. Aquí vemos el profundo amor de Dios para los humanos.

Otro aspecto de este estilo de vida, era que el sacrificio para perdón de los pecados, tenía que ser un animal puro, o sea sin defecto alguno (Levítico 3:1). Era el único sacrificio que Dios aceptaba en ese tiempo. Esto, era en sí, una imagen de lo que vendría en un futuro lejano: Jesús, el cordero sin mancha (Juan 1:29 y Hebreos 9:14). Jesús tenía que ser puro y sin mancha, por eso nació sin intervención de hombre, sino por obra del Espíritu Santo (Lucas 1:15). Simplemente, Dios escogió una “vasija”, que fue María, y tenía que ser una mujer virgen. Jesús fue totalmente hombre y totalmente Dios. El Hombre Dios. Por eso, uno de Sus nombres cuando nació fue Emmanuel, que quiere decir “Dios con nosotros”. Jesús tenía que ser hombre de carne y hueso para ser aceptado eventualmente como el sacrificio físico y puro por nuestros pecados.

En otras palabras, alguien tenía que tomar el lugar del culpable en los días del Antiguo Testamento. Cada vez que un cordero era muerto, el animal estaba tomando el lugar de una persona, porque la ley así lo requería (Romanos 6:23). Así que, la vida de la persona era “salvada” por un cordero. Otra vez, todo esto apuntaba al Cordero que un día iba a ser sacrificado por el pecado del mundo entero. Ese cordero fue Jesús, que fue llevado al matadero para ser muerto por nuestros pecados (Isaías 53:7). La Biblia también nos dice, que ese sacrificio se hizo solo una vez por todas (Hebreos 9:12). Este punto es muy importante porque ya no iba a ser necesario un sacrificio más por los pecados futuros. El sacrificio de Jesús fue suficiente para cubrirlo todo.

Este grandioso y costoso plan fue concebido por el Padre y Su gran amor por la humanidad, y las implicaciones del sacrificio de Jesús en la cruz son tan extensas y maravillosas que por la eternidad estaremos contemplando y aprendiendo de este sacrificio. Pero, algo, que una gran parte de la iglesia del Señor no está aprovechando, es el hecho que podemos saborear la nueva vida en Cristo (2 Corintios 5:17) aquí en la tierra y continuar viviéndola en el Cielo cuando dejemos este cuerpo físico.

Contrario a lo que algunos enseñan que tenemos que esperar hasta que lleguemos a nuestro “nuevo hogar” para gozarnos de la vida nueva, una vida sin enfermedades ni pobreza en Cristo Jesús. No. El sacrificio de Jesús fue completo y nos da acceso a la bendición de vivir libre de todas esas maldiciones, porque eso es lo que son, maldiciones. (Deuteronomio 29).

La aceptación de Dios para con el hombre antes de Cristo, estaba basada en nuestro “buen comportamiento” el guardar la ley y los sacrificios de los corderos por nuestros pecados. Ahora con Cristo es totalmente diferente; una vez que le aceptamos a Él como nuestro “sacrificio” personal por el pecado, somos perdonados una vez por todas. Nacemos de nuevo (Juan 3:6-7) a una naturaleza de justicia y no de pecado. En otras palabras, Dios nos mira justos, no por las obras buenas que podamos hacer sino por la obra que Jesús ya hizo por nosotros. Él fue nuestro sacrificio. Cuando el Padre nos mira, está viendo a hombres y mujeres justificados y perdonados (2 Corintios 5:21). Veámoslo de esta manera: Antes estábamos muertos en el pecado, ahora con Cristo, tenemos vida en Él y somos limpios.

Pero, pon atención a esta definición de la palabra “justicia” y nota que así como  vimos en 2 de Corintios 5:21, somos “justicia de Dios en Cristo”. Justicia significa, “Conjunto de todas las virtudes, por el que es bueno quien las tiene” (Diccionario de la Real Academia Española). En otras palabras, nosotros los que estamos en Cristo Jesús, tenemos todas las virtudes de Jesús en nosotros y eso, es que nos hace “buenos” o justos delante de Dios.

Entonces, debemos de caminar bajo esa conciencia de justicia y no de pecado; debemos de caminar pensando que somos justos y no pecadores. Y si pecamos, tenemos un Abogado que interviene por nosotros ante el Padre que nos perdona porque ya Su Hijo pagó el precio para que mantengamos una comunión constante con Él, pura y santa (1 Juan 2:1-2).

Ahora, ya no estamos amarrados o esclavizados a la ley ni preceptos para tener la aceptación de Dios. Ahora somos libres de ese yugo porque nadie es salvo por la ley (Gálatas 2:16,21), sino que somos salvos por gracia, o sea ese favor inmerecido de Dios y no por “nuestras obras” (Efesios 2:8-9). Pero, pon mucha atención a las palabras del Apóstol Pablo en el libro de Gálatas 5:13 porque esto es lo que nos da el balance, “Hermanos, ustedes han sido llamados a la libertad, sólo que no usen la libertad como pretexto para pecar”.

El diablo es astuto y te va a engañar para que caigas en esa trampa diciéndote, “bueno, como ya Dios te perdonó y te va a perdonar cada vez que peques… sigue pecando…”. Cuidado con esto porque la Biblia dice que Dios no puede ser burlado (Gálatas 6:7), porque Él ve nuestro corazón y nuestras intenciones. Tristemente hay muchos creyentes que viven vidas desordenadas, abusando de la “gracia” de Dios. Ahí mismo en Gálatas 5:16-26, Pablo nos advierte lo que resulta el andar desordenadamente, y nos da un listado, y al final del verso 21 dice, “…Los que practican tales cosas, no heredarán el reino de Dios”. En Juan 3:9 dice el Apóstol Juan, “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios”.

Hay dos caminos, el camino de muerte que andan todos aquellos que no han aceptado el sacrificio de Jesús como Salvador y Señor y aquellos que han aceptado el sacrificio y en un tiempo caminaron con Dios; pero, se han vuelto para atrás caminando desordenadamente engañados por Satanás. Y existe el camino de la vida en Cristo o el camino perfecto (Salmo 101:6), que andan todos aquellos que han nacido de nuevo y viven rectos delante de Dios.

No hay nada que podamos hacer en cuanto a obras se refiere, por muy buenas que sean para obtener el favor de Dios. Ya tenemos el favor y el agrado de Dios en Jesucristo cuando aceptamos Su regalo que es Jesús y Su sacrificio en la cruz. Lo que nos toca a nosotros hacer, es  dejar que Él viva en nosotros, “…Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mi; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mi” (Gálatas 2:20). También nos dice Pablo que  nosotros tenemos la mente de Cristo (1 Corintios 2:16) y así, podemos servir a Dios, no para que nos ame más, porque Él ya nos amó y lo dio todo para tenernos con Él. Ahora le servimos por amor a Él y por gratitud en nuestros corazones por habernos sacado de la oscuridad a Su reino de luz (1 Pedro 2:9).

La vida eterna que obtenemos por medio de Jesucristo, no comienza cuando lleguemos ante Su presencia en el Cielo, la vida eterna comienza cuanto aceptamos Su salvación por medio de Jesucristo y empieza aquí en la Tierra como nuevas criaturas y continúa por la eternidad.

La justicia de Dios, uno de los atributos más notables de Dios en las Escrituras, es también uno de los más evasivos. Separar la rectitud de Dios de Su santidad o de Su bondad, pareciera ser difícil. Además, la rectitud de Dios, es virtualmente un sinónimo de Su justicia: “Aun cuando la palabra más común para justo en el Antiguo Testamento significa ‘recto’ y en el Nuevo Testamento, la palabra significa ‘igual’, en un sentido ético ambas significan ‘recto’. Al decir que Dios es justo, estamos diciendo que Él siempre hace lo que está correcto, lo que debe hacerse y en forma consistente, sin parcialidad ni prejuicios. La palabra justo y la palabra recto, son idénticas tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento.

La rectitud (o justicia), es la expresión natural de Su santidad. Si Él es infinitamente puro, quiere decir que debe oponerse a todo pecado y esa oposición debe demostrarse en el tratamiento que Él da a Sus criaturas. Cuando leemos que Dios es recto o justo, se nos está asegurando que Sus acciones hacia nosotros, están en completo acuerdo con Su naturaleza santa”.

Hoy en día hablar de justicia, para muchos, es una utopía. Los tiempos no han cambiado. Sigue habiendo explotados y explotadores, marginados y privilegiados, viudas abandonadas y mujeres con todo confort, jueces corruptos e inocentes en las cárceles, presos que se pudren en las celdas y presos en celdas doradas, estafadores que fugan con el dinero de ingenuos ahorristas y vendedores de ilusiones. Ante todo esto, las autoridades se hacen de la vista gorda y no pasa nada.

La justicia en nuestras sociedades tiene un precio. Se ha visto como muchos casos en que delincuentes y terroristas para alcanzar algún beneficio de parte del gobierno, han delatado sin ningún escrúpulo a muchos inocentes que aún siguen en las cárceles. Ahora bien, en medio de todo este ambiente corrupto, está la Iglesia: cada cristiano está llamado a cumplir su rol profético y dar señales de justicia y con ello dar esperanza de que la justicia verdadera triunfará. 

Romanos 1:11-2:16. RVR60. El poder del evangelio. Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.  Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.

La culpabilidad del hombre. Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.

Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.

Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican.

El justo juicio de Dios. Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo. Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad. ¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios? ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; porque no hay acepción de personas para con Dios.

Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.

"La justicia de Dios" abarca la exhibición completa de los modos de obrar de Dios en Cristo, siendo uno de los menores su cumplimiento de la ley aquí abajo, si hemos de comparar cosas que son todas perfectas en su lugar. Ya que no era el propósito de la ley expresar plena y absolutamente la naturaleza y el carácter de Dios. Ella establecía, si podemos decirlo así, los términos mínimos sobre los cuales el hombre podía vivir delante de Él. Era la demanda de lo que Dios no podía sino requerir, aun de un Israelita pecador, si él pretendía obedecer a Dios. Mientras que, aunque el Señor nació bajo la ley, y se sometió en Su gracia a todas sus demandas, Él fue mucho más allá, aun en Su obediencia viva, e infinitamente más allá en su muerte. Ya que la justicia de la ley no amenaza muerte para el justo, sino que proclama, necesariamente, vida como su porción a quien la magnificase y la honrase.

La justicia de Dios va inmensurablemente más profunda así como más alta. Es una justicia justificadora, no una justicia condenatoria, como la de la ley debe ser para el pecador que no carece de dicha justicia. De ahí que el propio Señor estableció las sanciones de la ley de la manera más solemne, sufriendo hasta la muerte bajo su maldición: Él llevó el castigo del impío, de cuya substitución los Diez Mandamientos no sabían nada porque ellos son ley, y morir así es gracia. No hubo ninguna mitigación, mucho menos anulación, de la autoridad de la ley. La justicia Divina proporcionó a Uno que podía, y lo haría, resolver toda la cuestión para el pecador con Dios. No solamente esto; porque Dios resucitó a Cristo de los muertos. Él "fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación."  

(Romanos 4:25). Él "fue resucitado de entre los muertos, por el glorioso poder del Padre" (Romanos 6:4.VM); en resumen, Su ser moral, Sus propósitos, Su verdad, Su amor, Su relación, estaban en juego en el sepulcro de Cristo. Pero Dios Le resucitó, y Le estableció a Su diestra en el cielo, como parte de Su justicia divina; ya que ningún asiento, ninguna recompensa inferior a esa podía convenir a aquel Uno que había vindicado a Dios en toda Su majestad, santidad, gracia, y verdad; Uno que había, por decirlo así, capacitado a Dios para llevar a cabo Su designio precioso de justificar al impío, siendo Él mismo justo todo el tiempo: el Señor Jesucristo.

Es claro, entonces, que la frase "la justicia de Dios", aunque abarca, sin duda, lo que los Cristianos quieren decir cuando ellos hablan de la justicia de Cristo imputada a nosotros, es una cosa mucho más grande y gloriosa. No sólo incluye aquello que glorificó a Dios en la tierra en obediencia viva, sino la muerte en la cruz, la cual, si ella satisfizo las necesidades más profundas del pecador, quebrantó el poder de Satanás en su última plaza fuerte, y puso el inmutable fundamento para que la gracia de Dios reine por la justicia (Romanos 5:21).

Así, en Romanos 1:17, se dice que la justicia de Dios se revela en el evangelio en contraste con la justicia del hombre demandada en la ley; y siendo revelada, es "por fe" (o, sobre el principio de la fe), no por las obras de la ley; es decir, es una revelación sobre el principio de la fe, no una obra a ser efectuada sobre el principio de la responsabilidad humana. Por consiguiente, es "para fe". Aquel que cree obtiene la bendición.

En Romanos 10se muestra que ella es incompatible con el hecho de que uno establezca su propia justicia, estando la justicia de Dios completa, y que hay que sujetarse al objetivo de la fe en Cristo, o nosotros no tenemos ni parte ni porción en ella. La Segunda Epístola a los Corintios se eleva más alto, y muestra lo que el santo es, según el evangelio de la gloria de Cristo es hecho justicia divina en Él resucitado y glorificado (2 Corintios 5: 11-21). 

Somos culpables ante Dios y merecemos la pena de muerte, hasta que venimos a Cristo solamente para una posición correcta delante de Dios (Romanos 6:23). La Justicia de Dios es una de las mas grandes y maravillosas obras que nuestro Señor Jesucristo efectuó al morir por nosotros en la cruz del calvario. La Justicia de Dios se manifiesta en nuestras vidas cuando recibimos a Jesús como nuestro Señor y Salvador. Cuando Jesús muere y me quita todos los pecados, eso solo me deja en una posición neutral en relación a Dios. El solo hecho de ya tener los pecados perdonados, no me hace aceptable ante los ojos del Padre. Para poder ser aceptable necesito más que el perdón de pecados, necesito la adición de la Justicia de Cristo.

También por medio de él, y mediante la fe, tenemos acceso a esta gracia en la cual nos mantenemos firmes. Así que nos regocijamos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. (Romanos 5:2).

Juan 5:24. Palabra de Dios para Todos (PDT). Les digo la verdad: si alguien oye mis palabras y cree en el que me envió, tiene vida eterna y no será juzgado, porque ya ha pasado de la muerte a la vida. Bendiciones.

Mensaje personal a través de Oseas°


Cuando pecamos ponemos en peligro nuestra relación con Dios y nuestro destino eterno con Cristo en la presencia de Dios Padre, porque faltamos a nuestro compromiso con El de amar sus mandamientos.

Oseas 4:6. RVR60. Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos.

Si bien todos habremos de responder ante Dios por nuestros pecados, los que busquen el perdón de Dios serán salvos del castigo eterno.

Comenzando con Oseas y concluyendo con Malaquías, hay una serie de doce libros, a los cuales se les llama "los profetas menores", mientras que a Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel, se les llama "los profetas mayores". Los profetas menores fueron así llamados considerando el tamaño de los libros, y no su contenido. Sin embargo, incluso ese criterio de división de los profetas no es completamente exacto, ya que Oseas es más extenso que el libro del profeta Daniel. En realidad, los así llamados "profetas menores" no son menores en ninguno de sus aspectos. Cada uno de ellos transmite un mensaje de gran importancia por sí mismo.

Los Profetas Menores fueron extremadamente nacionalistas, aunque no eran aislacionistas. Ellos trataron el hecho de que el pueblo de Dios había quebrantado la ley de Dios, es decir, los Diez Mandamientos. Este tema necesariamente colocó el énfasis sobre las obras, sobre las buenas obras. Por tal motivo, algunos teólogos críticos y promotores de un evangelio social han utilizado mucho a los Profetas Menores. Los Profetas menores advirtieron contra las alianzas impías con otras naciones. Eran extremadamente patrióticos y denunciaron la corrupción política y moral. Advirtieron a Israel contra su aislamiento con respecto a Dios.

El nombre de este profeta significa salvación o liberación y fue escogido por Dios para dar testimonio vivo de su mensaje ante su pueblo casándose con una mujer que le sería infiel. Su sensibilidad hacia el amante corazón de Dios y hacia la condición pecaminosa de su pueblo lo preparó para este difícil ministerio. El problema era como llevar el mensaje del amor de Diosa un pueblo que no quería escuchar y que estaba acostumbrado a desobedecer las leyes de Dios.

El libro de Oseas trata de un pueblo que necesitaba oír del amor de Dios; un Dios que quería contarles cuán grande era su amor y cuál era el único camino a través del cual podía ofrecérselo. El pueblo pensó que podía comprar el amor (Efraín... alquiló amantes, 8.9), que el amor era la búsqueda del placer (Iré tras mis amantes, que me dan..., 2.5), y que amar cosas sin valor podía reportar algo positivo (Y se hicieron abominables como aquello que amaron, 9.10). Dios quería que Israel conociera su amor, el cual se ofrecía a los despreciados y desheredados (Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, 11.1), que guiaba al pueblo con gentil disciplina (con cuerdas de amor, 11.4), y perseveraba pese al atolondramiento y a la resistencia de la gente (¿Cómo podré abandonarte?, 11.8).

Dios siempre amó a Israel como un padre ama a su hijo obstinado y por eso no lo libraría de las consecuencias de su conducta. Los israelitas eran pecadores y se castigarían como un hijo descarriado que sus padres llevaban ante los ancianos

(Deuteronomio 21:18-21. La Biblia de las Américas (LBLA). Si un hombre tiene un hijo terco y rebelde que no obedece a su padre ni a su madre, y cuando lo castigan, ni aun así les hace caso, el padre y la madre lo tomarán y lo llevarán fuera a los ancianos de su ciudad, a la puerta de su ciudad natal, y dirán a los ancianos de la ciudad: “Este hijo nuestro es terco y rebelde, no nos obedece, es glotón y borracho.” Entonces todos los hombres de la ciudad lo apedrearán hasta que muera; así quitarás el mal de en medio de ti, y todo Israel oirá esto y temerá).

Dios ofreció en repetidas ocasiones restaurarlo si se volvían a Él, Dios quería guiar su pueblo con amor y disciplina. Oseas 11:4. RVR60. Con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor; y fui para ellos como los que alzan el yugo de sobre su cerviz, y puse delante de ellos la comida.

Los estudios bíblicos y predicas cristianas nos enseñan que la disciplina de Dios a veces implica orientación y a veces alimentación. Algunas veces la cuerda está tensa, otras veces está floja. Siempre es amorosa, y su objetivo es siempre el bienestar de los que ama. Oseas implora: “Vuelve, sí, oh Israel, a Jehová tu Dios, porque has tropezado en tu error”. Insta al pueblo a que suplique a Jehová: “Dígnate perdonar el error; y acepta lo que es bueno, y ciertamente ofreceremos en cambio los toros jóvenes de nuestros labios” (Oseas 14:1, 2).

El pecador arrepentido tiene que volverse a Jehová, aceptar sus caminos y ofrecerle sacrificios de alabanza. ¿Por qué razón? Porque “los caminos de Jehová son rectos, y los justos son los que andarán en ellos” (Oseas 14:9). Muchas personas ciertamente buscarán a Jehová y su bondad en la parte final de los días. (Oseas 3:5.)

El peor pecado del mundo es pecar contra el amor. Juan 3:16. La Biblia de las Américas (LBLA). El amor de Dios. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna. Este es peor que todos los demás pecados y éste fue el mensaje del profeta Oseas. Gomer no fue solo culpable de romper el voto matrimonial, lo cual era ya muy grave, ella pecó contra aquel que la amaba. Ese es el pecado en su peor expresión. El pecado contra el Dios y el Salvador que le ama a usted es peor que el animismo y el carácter animalesco del mundo pagano. El pecado del paganismo no es nada comparado con el pecado de aquellos que pecan contra el amor de Dios. Es más profundo y más oscuro que la inmoralidad del bajo mundo, del submundo, y del demonismo de dicho mundo.

Oseas sabía lo que era el pecado, y sabía lo que era el amor. El pecado contra el amor agravaba el pecado. Israel conoció el amor de Dios, como ninguna otra nación lo había conocido. Supo lo que significó la liberación, la redención, la protección, el perdón, la revelación, y el amor de Dios. Sin embargo, Israel se volvió a sus ídolos mudos, entregándose a ellos. Este fue el pecado en su peor versión. Sin embargo, Dios no los abandonaría: El perfecto amor triunfaría por la eternidad.

Oseas 4. La Biblia de las Américas (LBLA). Controversia de Dios con Israel. Escuchad la palabra del Señor, hijos de Israel, porque el Señor tiene querella contra los habitantes de la tierra, pues no hay fidelidad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra. Sólo hay perjurio, mentira, asesinato, robo y adulterio. Emplean la violencia, y homicidios tras homicidios se suceden. Por eso la tierra está de luto, y languidece todo morador en ella junto con las bestias del campo y las aves del cielo; aun los peces del mar desaparecen.

Pero que nadie contienda ni nadie reprenda; porque tu pueblo es como los que contienden con el sacerdote. Tropezarás de día, y tropezará también el profeta contigo de noche, y destruiré a tu madre.

Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento. Por cuanto tú has rechazado el conocimiento, yo también te rechazaré para que no seas[e] mi sacerdote; como has olvidado la ley de tu Dios, yo también me olvidaré de tus hijos. Cuanto más se multiplicaron, más pecaron contra mí; cambiaré, pues, su gloria en afrenta. Del pecado de mi pueblo se alimentan,
y hacia su iniquidad dirigen sus deseos.

Como el pueblo, así será el sacerdote; los castigaré por su proceder, y les pagaré según sus obras. Comerán, pero no se saciarán; se prostituirán, pero no se multiplicarán, porque han dejado de hacer caso al Señor.

La prostitución, el vino y el mosto quitan el juicio. Mi pueblo consulta a su ídolo de madera, y su vara les informa; porque un espíritu de prostitución los ha descarriado, y se han prostituido, apartándose de su Dios. Ofrecen sacrificios sobre las cumbres de los montes y queman incienso sobre las colinas, debajo de las encinas, los álamos y los terebintos, porque su sombra es agradable.

Por tanto, vuestras hijas se prostituyen, y vuestras nueras cometen adulterio. No castigaré a vuestras hijas cuando se prostituyan ni a vuestras nueras cuando cometan adulterio, porque los hombres mismos se retiran con rameras y ofrecen sacrificios con las rameras del culto pagano; así se pierde el pueblo sin entendimiento.

Aunque tú, Israel, te prostituyas, que no se haga culpable Judá; tampoco vayáis a Gilgal, ni subáis a Bet-avén, ni juréis: ¡Vive el Señor! Puesto que Israel es terco como novilla indómita, ¿los pastoreará ahora el Señor como a un cordero en campo espacioso? Efraín se ha unido a los ídolos; déjalo. Acabada su bebida, se entregaron a la prostitución; sus príncipes  aman mucho la ignominia. El viento los envuelve en sus alas, y se avergonzarán de sus sacrificios.

En este capítulo, Dios acusa de desobediencia a Israel. Los líderes religiosos no habían hecho que el pueblo regresara a Dios, y el ritual de la prostitución había reemplazado a la verdadera adoración. La nación estaba declinando espiritual y moralmente, y quebrantaba las leyes que Dios les había dado. El pueblo encontraba muy fácil condenar a la esposa de Oseas, pero les costaba trabajo ver que ellos eran infieles a Dios. Dios explica los motivos del sufrimiento de Israel. El quebrantamiento de la Ley había traído consigo los dos castigos de incremento de violencia y de crisis ecológica.

No siempre hay una relación directa de causa y efecto entre nuestras acciones y los problemas que enfrentamos. Sin embargo, cuando nos vemos rodeados de dificultades, debemos preguntar con seriedad: "¿He cometido algún pecado o he hecho algo irresponsable que pueda haber ocasionado mi sufrimiento?" Si descubrimos que tenemos una falta, incluso en forma parcial, podemos cambiar nuestro comportamiento ante Dios.

Oseas presentó sus cargos contra los líderes religiosos. ¿Quiénes eran estos líderes religiosos? Cuando Jeroboam I se rebeló en contra de Roboam y estableció un reino rival en el norte, también estableció su propio sistema religioso (1 Reyes 12:25-33). En violación a las leyes de Dios, hizo dos becerros de oro y le dijo al pueblo que los adorara. Además también designó sacerdotes que no eran descendientes de Aarón.

Al principio los residentes del reino del norte continuaron adorando a Dios, aun cuando lo hacían en forma equivocada; pero muy poco tiempo después también comenzaron a adorar a los dioses cananeos. Muy pronto cambiaron a Dios por Baal, y dejaron de adorar a Dios completamente. No en balde los falsos sacerdotes de Jeroboam fueron incapaces de preservar la verdadera adoración de Dios.

Dios acusó a los líderes religiosos de no dejar que el pueblo lo conociera. Se esperaba que fueran líderes espirituales, pero se volvieron líderes de las malas acciones. El pueblo pudo haber dicho: "No debe ser malo si los sacerdotes lo hacen". El liderazgo espiritual es una responsabilidad muy grande. Ya sea que usted enseñe en la Escuela Dominical, trabaje en la oficina de la iglesia, o guíe un estudio bíblico, no tome a la ligera sus responsabilidades. Sea un líder que guíe siempre hacia Dios.

Los sacerdotes se regocijaban con los pecados del pueblo. Cada vez que alguien llevaba una ofrenda por el pecado, los sacerdotes recibían una porción. Mientras más pecara el pueblo, más recibían los sacerdotes. Ya que no se lo podían comer todo, vendían alguna parte y otra la daban a sus parientes. Los sacerdotes sacaban provecho de que el pueblo continuara pecando; les daba poder y posición en la comunidad. Así que en vez de tratar de sacar al pueblo de su pecado, lo alentaban para mejorar sus ganancias.

Veamos ahora la aplicación personal para nuestras vidas.

Si las personas que nos rodean no ven el amor de Dios en nosotros, no lo hallarán en ninguna parte. Como Oseas, todos los creyentes son llamados a demostrar, a través de sus actitudes y acciones, el amor de Dios en Cristo a un mundo que busca a ciegas las señales de un amor auténtico.

No podemos separar nuestro testimonio y ministerio del resto de nuestras vidas. El más poderoso sermón de Oseas surgía de su relación con su esposa. La fuente del poder de su predicación provenía de su casa y su familia.

Dios es el único ejemplo perfecto de amor. Cuando Dios contrae matrimonio con su pueblo, hace votos de fidelidad, ofrece una relación ordenada, un trato justo, amor verdadero, ternura, seguridad y continúa revelándose a sí mismo. Nuestro amor debe beber de este manantial; y entonces atraer a otros, ofreciéndoles, no la mejor versión del amor humano, sino el puro y fragante amor de Dios en Cristo.

Los autores del Nuevo Testamento se apoyaron en Oseas para hablar de la vida y el ministerio de Jesús. Mateo ve en 11.1 una profecía que se cumplió cuando el Jesús niño fue literalmente conducido y sacado de Egipto, a semejanza de la prolongada estancia y el éxodo del pueblo de Israel desde allí (Mateo 2.15). El autor de Hebreos encuentra en Jesús a aquel que pone a los creyentes en condiciones de ofrecer sacrificios de alabanza aceptables, a través de los cuales nos hacemos acreedores del misericordioso perdón de Dios.

Para Pedro, Jesús provee los medios que hacen posible a aquellos que no pertenecían a la familia de Dios ser admitidos en ella. Para Pablo, Jesús cumple la promesa de Oseas de que uno rompería el poder de la muerte y el sepulcro, y traería resurrección y victoria. La doctrina de Pablo sobre Cristo como el esposo y la Iglesia como la esposa tiene que ver con los votos y la ceremonia matrimonial por medio de la cual Dios establece una relación permanente con Israel (Efesios 5.25–32).

El perdón puede salvar y transformar un matrimonio, ORDEN FAMILIAR. Por medio de la trágica historia de Oseas y Gomer Dios nos revela tanto la profundidad como el poder de su amor por Israel; y del vínculo marital. Dios describe su dolor y la humillación que sufre debido a la infidelidad de Israel. En obediencia a Dios, Oseas padece el mismo dolor y humillación por la infidelidad de su esposa. Pero Dios muestra cómo puede salvarse el matrimonio: mediante el sufrimiento y el perdón.

Esta es una de las más profundas revelaciones acerca del matrimonio que podamos encontrar en lugar alguno de la Escritura. El matrimonio exitoso no es asunto de gente perfecta, que vive perfectamente, mediante principios perfectos. El matrimonio es más bien un estado en que gente muy imperfecta se hiere y humilla a menudo, pero encuentran la gracia para perdonarse el uno al otro, y permitir así que el poder redentor de Dios transforme su matrimonio.

El hogar es la Roca que sirve de fundamento a la sociedad y ha desempeñado ese papel en todos los pueblos. Dios le dio el hogar a la humanidad. Se lo dio al mismo comienzo de la historia. Es la unidad más importante en la estructura social. Es para la sociedad lo que el átomo es para este universo físico. Se nos ha dicho que el pequeño átomo es el elemento esencial, el componente básico del Universo. Bueno, el hogar hoy es ese elemento esencial, ese componente básico de la sociedad. El carácter y color de un edificio está determinado por el de los ladrillos individuales con que ha sido construido. Ninguna nación hoy es más fuerte que lo que lo sean los hogares que la componen, porque el hogar determina el color y la tez de la sociedad. El hogar es la cadena que mantiene unida una nación, una cadena en la que cada eslabón individual es importante.

El hogar es donde vivimos, nos movemos y vivimos nuestra existencia. Es en el hogar donde somos realmente nosotros mismos. Cuando salimos de él nos vestimos física y psicológicamente. A veces nos preparamos como una especie de fachada cuando atravesamos la puerta de calle y salimos a la calle. Pero es dentro de las paredes del hogar donde nos quitamos nuestra máscara, y nos mostramos como somos en realidad.

Debido a la posición estratégica del hogar, Dios ha colocado alrededor de él ciertas defensas para protegerlo. Lo ha rodeado con ciertos baluartes debido a su importancia. Uno de estos es el matrimonio. Dios ha dedicado más atención a la institución del matrimonio que la que ha dedicado a cualquiera otra institución que haya en este mundo. La sociedad nunca hizo el matrimonio. La sociedad encontró el matrimonio. Fue Dios quien hizo el matrimonio y Él fue quien lo entregó a la humanidad; y el matrimonio descansa, se apoya sobre su Palabra directa. "...por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre".

Dios celebró la primera ceremonia matrimonial. Él entregó la primera novia. Él bendijo a la primera pareja. El matrimonio es más que un contrato legal, más que un arreglo económico, más que una unión de dos seres que se aman mutuamente. ¡Es un acto de Dios! Se apoya sobre la autoridad de Su mandamiento. Muchos jóvenes que se aman hoy creen que todo lo que se necesita para casarse es tener un certificado del juzgado y un predicador o una determinada ceremonia. Amigo oyente, para que su matrimonio sea un éxito, usted tiene que tener a Dios. Si Dios no interviene en la preparación de ese matrimonio, éste se estrellará contra las rocas, estará encaminado al fracaso.

Dios ha dado una energía, una motivación a la raza humana para reproducirse dentro del marco del matrimonio, y eso es lo que hace el hogar. Él dijo que "...los dos serán una sola carne". Antes de que el hombre saliera del jardín de Edén, Dios le dio esta institución. Además de las pieles que Adán y Eva llevaban puestas, lo único que tenían era un certificado de matrimonio entregado por Dios. Eso era todo. Esa fue la única institución que salió del jardín del Edén.

El matrimonio es una relación sagrada; es una unión santa. El Nuevo Testamento resume la mente de Dios en este tema cuando dijo, en la epístola a los Hebreos, capítulo 13, versículo 4: Honroso sea en todos el matrimonio... Por tanto el matrimonio no puede romperse sólo por algún sencillo acto legal. No puede romperse por una simple explosión de mal genio. No puede deshacerse por voluntad propia. Personalmente, creemos que hay sólo dos actos que pueden disolver un matrimonio, es decir, un verdadero matrimonio.

También Jesús, por lo menos en dos de los sermones que dirigió a los fariseos, se apoya en el texto de Oseas. Cuando se le cuestiona por pasar su tiempo en casa de publicanos y pecadores, Jesús cita a Oseas para mostrar que Dios desea no solamente palabras huecas u homenajes formales, sino ver verdadero interés y preocupación por los demás. Y, cuando los fariseos acusaron a los discípulos de Jesús de violar el día de reposo, Jesús los defendió recordándoles de nuevo que al corazón de Dios le interesaban más las necesidades humanas que los ritos formales (Mateo 12.7).

El libro de Oseas enseña dos relevantes lecciones sobre el Espíritu Santo: Es importante depender de la presencia del Espíritu; y cuando Él está ausente se experimenta un gran vacío en la vida. En dos ocasiones Oseas usa la frase el espíritu de fornicación; y habla de las consecuencias de estar llenos de un espíritu malvado. Como Pablo en Efesios, Oseas relaciona un espíritu de esa naturaleza con el vino, cuyos efluvios esclavizan a los seres humanos. Este espíritu de fornicación también conduce a la gente por caminos falsos y hacia un falso culto, en contraste con el Espíritu Santo que nos guía por caminos de verdad y adoración verdadera (Efesios 5.17–21).

Juan recoge las palabras de Jesús sobre el ministerio del Espíritu Santo, el cual daría testimonio de Cristo; por otro lado, el espíritu de fornicación aparta a la gente del conocimiento de Dios (Juan 15.26). El amor de Oseas por su díscola esposa nos recuerda que la principal prueba del Espíritu es el amor (Gálatas 5.22). «Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado» (Romanos 5.5).

Es una reflexión que hace Dios manifestando su anhelo para Israel. El lugar es el lugar santo, pero no es un santuario de Israel. Dios vuelve a su lugar, el domicilio inaccesible del Señor, hasta que su pueblo vuelva a él. “Buscar el rostro de Dios” para Israel solo era asistir al culto en un santuario, pero para Dios significa mucho más. Es una entrega total de la voluntad personal a la del Señor, buscar con diligencia intensifica todo con la idea de buscar en otro el amparo que es imposible proveer uno mismo. Es decidir practicar amor leal y verdad, por causa de la relación personal con Dios (el conocimiento del Señor). Esto es lo que espera Dios de cada uno de nosotros. Bendiciones.